Ingrid GLIKMANN: LA RUPTURA DE KIERKEGAARD CON LA IGLESIA OFICIAL

El ataque que Søren Kierkegaard (1854-1855) lanzó contra la “Iglesia del Estado”, mejor dicho, la Iglesia popular “atada al Estado”, tuvo un significado eminente. Se determinó el futuro perfil de la Iglesia, especialmente en Copenhague. Se llegó a difundir una política social a la manera de un Estado de bienestar.

El ataque también estimuló al ala radical de la crítica contra la Iglesia y a distintas sectas que aprovecharon esta circunstancia para lanzarse contra la institución. También participaron otros sectores, como los brandesianos, los radicales y los socialistas. Los textos que desataron la polémica no han perdido actualidad, a pesar de los cambios respecto de la estructura interna de la Iglesia y a la postura del pueblo frente a la misma. Esta introducción no trata de demostrar lo que ya es evidente: que gracias a Kierkegaard se desencadenó esta batalla, sino que sólo trata de precisar los motivos de la misma y subrayar lo que Kierkegaard realmente quería y no quería, además de afirmar que su ataque era necesario.

En diciembre de 1854, en la revista nacional-liberal “Faedrelandet”, en un artículo de Kierkegaard, se planteó lo siguiente: “¿Era el obispo Mynster un testigo de la verdad, uno de los testigos de la verdad indicados? ¿era esto verdad?”

Este artículo fue el comienzo de lo que luego serían los tres años de pelea feroz contra la Iglesia. Para orientar, se debe decir que el obispo Mynster era muy renombrado en la Iglesia y en el mundo cultural. En su juventud, al comienzo del milenio, llegó a Vor Frue Kirke en Copenhague. Con él se volvió a un cristianismo eclesiástico-ortodoxo algo romántico. Su influencia era mayor en las clases “cultas”. Con acierto, dice Kierklegaard que Mynster condujo a toda una generación desde 1815 a 1850. Era su exposición de las verdades fundamentales cristianas – objeto de devota admiración lo que tuvo mayor influencia en su vida.

En 1834 fue nombrado obispo de Sjaelland y durante 20 años administró la Iglesia danesa con orgullo y destreza. El padre de Kierkegaard se había unido a Mynster. Precisamente, Soren era uno de sus confirmados y los lazos que había estrechado con su padre los transfirió al “pastor de su padre”. A través de los años, había demostrado su gran admiración por Mynster y ahora se había vuelto en su contra con una violencia sorpresiva – confusa y paralizante.

Cuando Mynster murió en enero de 1854, el profesor Martensen pronunció un discurso. Martensen no poseía un talento original, pero era el teólogo celebrado en el momento y había hecho carrera uniendo el sistema eclesiástico oficial de enseñanza luterana con la filosofía del idealismo alemán de corte hegeliano; la misma filosofia de la cual JH Heiberg era su máximo representante. Kierkegaard no lo apreciaba; lo había tenido por discípulo de Mynster.

Kierkegaard reaccionó violentamente cuando Martensen se refirió a Mynster como testigo de la verdad. Pero volveremos a eso.

En 1854, había pugna por el cargo de obispo. De los nacional-liberales, el grupo político más influyente quería que se nombrara al profesor Clausen pero el ala conservadora que estaba con el gobierno postulaba a Martensen que estaba preparado para mover cielo y tierra a fin de alcanzar su objetivo. El rey estaba a favor de Clausen y Martensen había criticado la política exterior del rey en Slesvig, además de su matrimonio; por esto, la situación estaba complicada para Martensen que, cuando finalmente logró su objetivo, fue atacado por Grundtvig y otros sectores políticos. Como Kierkegaard no se quería mezclar con estas ataques, se abstuvo de publicar su artículo hasta la asunción del nuevo gobierno nacional-liberal. Martensen se quedó sin palabras. Con otros pastores, se dijo que Kierkegaard era demasiado duro en la crítica o que definía el término “testigo de verdad” de una manera demasiado estrecha; pero en general hubo silencio de parte de los pastores y se dejó que la tormenta pasara por la cabeza de Martensen. La posición de los pastores estaba en crisis, especialmente en Copenhague donde, años antes del ataque de Kierkegaard -1853-, después de que un cólera hubiera matado a miles de las clases pobres, saltó a la luz el estado de las condiciones deplorables en las políticas de previsión social.

El ataque fue paralizante porque surgió como una sorpresa. No se conocía mucho a Kierkegaard. En las revistas cómicas aparecía su caricatura o se lo conocía en la calle por sus caminatas. Los diarios “serios” publicitaban sus libros y había un gran respeto por lo estético, filosófico y religioso de su obra literaria pero no había mucha comprensión respecto de ella. Los líderes de la escena intelectual, tales como Heiberg, no se relacionaban con él y Martensen desde su popular y dominante dogmatismo lo había descalificado de una manera descarada.

Era difícil decir cuánto había sido leído Kierkegaard, pero que no había dejado profundas marcas en el debate cultural de entonces era seguro.

La riqueza y complejidad de su pensamiento lo hacían un autor extremadamente difícil de comprender. Según el profesor Slok (1954), el mundo del pensamiento de Kierkegaard es en cierto sentido testigo de una monumental miseria. “Él tiene en realidad sólo un interés, un asunto a resolver: ¿Cómo es posible existir, llegar a ser auténtico/verdadero/real? Y cómo es posible llegar a existir como un cristiano, un verdadero cristiano? No lo objetivo, “qué es lo verdadero, qué es el cristianismo?”, sino lo subjetivo, “cómo llego a ser verdadero? ¿cómo puedo vivir como cristiano?”

Kierkegaard dice luego en sus escritos que su obra es considerada religiosa desde el comienzo al fin, algo que cualquiera debe ver cuando quiere ver. Por esto, toda su obra literaria está atravesada por dos líneas: una filosófica y otra religiosa.

La primera está determinada por el método mayéutico. La palabra es griega y proviene del sustantivo que significa “partera” y esto remite claramente a Sócrates, el pensador que Kierkegaard admiraba profundamente. Igual que Sócrates, se considera como una partera que quiere ayudar a las personas a pensar. El anonimato es una característica que también comparte la partera con este filósofo. A través de distintos seudónimos, Kierkegaard quiere descubrir distintas maneras de existir: la estética, ética, religiosa, y cristiana impulsando al lector a determinar su decisión, a realizarse a sí mismo, llegar a ser verdadero. Elegirse a uno mismo de una manera válida no es una decisión entre posibilidades sino que es elegir su vida en las condiciones externas y fácticas dadas.

No se puede elegir otra cosa que a uno mismo y con ello la responsabilidad por uno mismo. En ese sentido, no hay otras posibilidades de elegir, aunque uno puede abstenerse de elegir y de esa manera permanecer en una ilusión. Y eso ¿no es acaso ser culpable?

La fortaleza de Kierkegaard como psicólogo se halla justamente en esa intensidad con la cual ilustra las complicaciones -el miedo- que atraviesa una persona que no quiere ser sí misma y asumir de este modo la responsabilidad por su vida. Son estas complicaciones las que un psicólogo define como complejos, neurosis y represiones.

Una persona es una síntesis de tiempo y eternidad. Eso significa que a través de su decisión debe poder dar a cada instante de su vida la calidad de lo eterno, hacer este instante verdadero, apropiarse de él.

Kierkegaard es un pensador existencial; es decir, toma el camino opuesto a la mayoría de los filósofos y teólogos del pasado o el futuro, que se alejan del existente concreto para considerar una filosofía sistémica tendiente a lo absoluto. El sistema hegeliano podría considerarse personal absoluto, pero no toma en cuenta a la existencia personal del individuo (y es por ello, una quimera).

No se trata del “qué” del cristianismo sino del “cómo”. Dios sólo encuentra al singular en ese “cómo”. El singular se relaciona con su propia vida. Dios no es un objeto de contemplación o descripción, un objeto que desde “afuera” se puede observar y definir. Una persona sólo se puede relacionar con Dios si ha formado su vida según el mandato del amor.

Las obras filosóficas se dirigen al público en general; las religiosas, al singular. Cada vez más, se trataba fundamentalmente para Kierkegaard de la posición del cristianismo en la “cristiandad”. Ya en 1846, señalaba que en la cristiandad lo escandaloso del cristianismo había sido naturalizado en la sociedad y en la cultura dominante “pues somos todos cristianos”. Pero ¿en qué nos hemos convertido? Y ¿en qué se ha convertido el cristianismo entonces?

Kierkegaard aprendió que el “testigo de la verdad” siempre debe sufrir por la verdad. Por eso debía estar claro que la cristiandad era una alucinación y que él debía denunciar este engaño.

Kierkegaard tenía claro que el ataque debía estar lanzado contra Mynster, el único hombre significativo de la Iglesia. Según Soren Kierkegaard, para Mynster el cristianismo era sinónimo de cultura y educación.

En 1850, se publicó otro texto con seudónimo: “Ejercitación del cristianismo”. El primer escrito que se sabe que llamó la atención de los laicos. En este escrito, aparece todo el ataque a la Iglesia pero sólo como posibilidad, por eso con seudónimo. El sentido era darle a la Iglesia y especialmente a Mynster una oportunidad para admitir que la Iglesia existente, la cristiandad burguesa donde ”todos son cristianos” no era el verdadero cristianismo, sino una manera de asegurarle al pastor un medio de vida, lejos del riesgo del apóstol y el mártir.

Se trata de llevar al cristianismo a la cristiandad y lo crucial es que no se trata de saber, sino de SER. “En este sentido Cristo es la verdad. Ser la verdad es la única explicación acerca de qué es la verdad, no una suma de oraciones, no una definición, sino una vida”. La verdad no se deja entender ni dosificar

(Martensen) como si se la poseyera; o contemplar (Mynster) como si se fuera espectador. Nunca es resultado, pero siempre es “camino”.

Por eso, Cristo no podía contestarle a Pilatos su pregunta sobre qué era la verdad. Porque sólo se puede contestar siendo la verdad, no explicando lo que es la verdad.

Para Kierkegaard, triunfar es ser la verdad.

Cristo es la verdad, su vida y muerte, la verdadera vida y destino del amor. No es sólo un ideal a seguir, también es redentor y “estar en la verdad” sólo es posible siguiéndolo en sufrimiento o en perdón.

En el período anterior y posterior del ataque, a Kierke gaard se lo consideraba, desde la Iglesia oficial y otros sectores importantes, un representante de un “cristianismo de monjes” y se lo vinculaba al ascetismo, a un masoquismo enfermo, con complejos perversos de mártir. Actualmente, en Dinamarca es considerado un representante del pietismo; el hombre cuya fortaleza intelectual y capacidad de interiorización de los confines del alma, lleva la devoción subjetiva a la Victoria –y a su caída.

En 1851, se publicó otro escrito: “Para prueba personal (til selvprove)”, el cual constituye un estadio importante en la prolongación del ataque. Para Kierkegaard, la Biblia no era solamente la palabra de Dios sino cuando el lector lo interpretaba así y trataba él ”¡de ser uno con la Santa Escritura!” “¡No me atrevo! Cuando abro la Biblia en cualquier parte, me atrapa inmediatamente y me interroga: ¿has hecho lo que allí lees? Y entonces…estoy atrapado para la acción inmediata o para un reconocimiento humillante”

La Biblia es un espejo, donde el lector sólo se ve a sí mismo, no a “los otros”. Y además no es difícil.

En 1853, Kierkegaard redactó un artículo (publicado en “El instante” Nº 8) sobre la prédica de Mynster que él estaba dispuesto a aceptar tan solo sí éste hacía el reconocimiento. Con respecto a los docentes, los consideraba unos bichos que habían destruido el cristianismo convirtiéndolo en “resultado” para liberarse de todo lo que podía recordar el destino de los testigos de la verdad o lo que uno mismo podría sufrir si se unía a ellos, y los habían nombrado testigos de la verdad. Según Kierkegaard, el verdadero testigo de la verdad siempre es mártir: se lo maltrata de cualquier manera y termina como, por ejemplo, San Lorenzo quemado en una parilla.

En el artículo del 18 de diciembre de 1854, que encabezaba el ataque, se dice que lo último que era Mynster era un testigo de la verdad.. No sólo ocultó que el cristianismo tomado seriamente siempre conduce a al sufrimiento, sino que su vida no lo mostraba en absoluto.

La obra literaria de Kierkegaard es “religiosa”. Así la consideró él mismo. Para la actualidad, ha tenido distintos significados. Pero justamente por ello, debe subrayarse que su meta era sin “autoridad”, señalar que “lo religioso, lo cristiano, es la categoría para toda mi obra literaria en su totalidad”. El movimiento debe ir de lo complejo a lo simple: “cristianamente no es lo sencillo desde donde uno parte para llegar a ser interesante, cómico, profundo, poeta, filósofo, etc. No, al contrario; aquí se empieza y luego se hace más sencillo hasta llegar a la simpleza”. En la cristiandad, donde ”todos son cristianos”, es éste el único camino.

Al cumplir 42 años, Kierkegaard pronunció un discurso edificante sobre “La inmutabilidad de Dios”, que asustaba tanto como tranquilizaba al lector porque significa que nada es olvidado, que la responsabilidad es ilimitada en en el día de la rendición final de cuentas, pero también que la gracia es inmutable e inalterable.

(Traducción y resumen de Ingrid Glikmann)

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