VII. KIERKEGAARD Y LA "CRISTIANDAD"
23 junio 2006

Hugo: Oscar mandó por e-mail el parágrafo 6 de “Ser y tiempo”, de Heidegger, en el que se habla de la tradición

Oscar: para Heidegger la tradición es como la destrucción de la ontología, la tradición como lo que puede posibilitar pero también puede encubrir, porque puede impedir el conectarte con la experiencia originaria, y para rescatarla muchas veces hay que destruir las capas acumuladas de la tradición, pensar a la tradición como tradición, no como lo que te determina, sino algo con o contra lo cual vos sos libre. Después, en el diario “Página 12”, apareció el domingo un artículo de Horacio Verbitsky sobre el papel del episcopado argentino en la historia argentina desde Uriburu hasta nuestros días con la reanudación de los juicios que están sucediendo en estos días a Etchecolatz y que Verbitsky decía que hay presiones del arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio, en el sentido de la reconciliación. El artículo señalaba que el Episcopado juega ambiguamente con la palabra reconciliación: en un sentido teológico y en un sentido meramente político. Se mezclan esos dos sentidos, o sea que la reconciliación significa que se deje de juzgar a los represores. A lo cual viene la reacción de Diego, en otro e-mail, como que el seminario se estaba yendo para el lado de la ideología.

Hugo: ahí aparece el tema de los profesores...

Oscar: como que se estaba metiendo la ideología y había que volver a Kierkegaard, algo así.

Juan José: que Verbitsky no era Kierkegaard....y bueh..... Después en la polémica entra Hernán que dice algo sobre el tema del ser nacional

Oscar: ahí fui yo, después aclaré que lo decía irónicamente. Porque yo decía que en nuestro ser nacional está todo este conflicto con la jerarquía católica argentina, y que no me parecía que nos estuviéramos alejando de Kierkegaard porque él había tenido un conflicto muy similar con el obispo de Copenhague en su momento. Su compromiso religioso y de pensamiento él no lo separaba para nada de asumir cuestiones políticas públicamente y muy duramente, con textos muy duros y muy combativos; yo por eso justamente había traído unas cosas para después acerca del conflicto de Kierkegaard con la cristiandad. Yo decía que me parecía que leíamos a Kierkegaard desde nuestra propia situación existencial. Cuando hablo de Kierkegaard, incluso con otra gente a la que le parece lo mismo, está siempre como flotando el tema de la cristiandad argentina, con toda la carga que tiene la iglesia en este país. Por eso, me parece importante la separación que hace Kierkegaard entre cristianismo y cristiandad, porque si uno no tiene ese instrumento conceptual me parece que es muy fácil confundirse entre la historia de la iglesia cristiana y la fe cristiana. Yo decía que no me parecía que fuera ideologizar, sino seguir dentro de la misma problemática kierkegaardiana, y como decía Hernán, disculpen que por un tiempo nos alejemos de los problemas metafísicos y vayamos a ciertos problemas más urgentes, yo le decía que los problemas metafísicos, religiosos y políticos nosotros los pensamos juntos; no me parece que cuando a uno se le presenta un conflicto político, por eso deje de ser metafísico.

Preguntas inaudibles...

Juan José: llegué tarde porque diez minutos antes de salir agarré todo lo que encontré sobre ideología que es algo que me gusta trabajar.

Oscar: además vos dijiste que te interesaba encontrar los nexos políticos entre...y a raíz de eso que vos dijiste después nosotros en la reunión de la biblioteca a raíz de buscar el tema para el encuentro que se va a realizar a fin de año decidimos ponerle eso, derivaciones políticas del pensamiento kierkegaardiano.

Juan José: para arrancar un poco como para hacerlo lo más rápido posible, yo planteaba atacarlo primero desde un autor de izquierda, marxista, como Althusser. Él plantea que la filosofía no está apartada de la política, en esencia la filosofía es política, porque es la parte de la ciencia donde se da la lucha de clases, donde se trata de imponer una corriente ideológica sobre la otra. Dentro de la filosofía es en realidad donde se genera la ideología, entendida como la identidad de los grupos. Cuando uno se acerca a un grupo es por una cuestión de una afinidad ideológica, que piensan aproximadamente como él piensa.

Oscar: es una cuestión de identidad.

Juan José: exacto. En términos de Freud, es un sentido de pertenencia, una necesidad de pertenencia, por eso uno se acerca. Es poder encontrar en el otro la misma imagen de uno, es como mirarse en el espejo.

Oscar: según Kierkegaard sería amor de preferencia.

Juan José: exacto, es una cuestión de identificación. Ahí estaría la parte vista desde el lado del marxismo.

Oscar: igual aún en el mismo marxismo hay discusiones bastante tremendas.

Juan José: sí, porque hay una cuestión de que Marx en un principio define ideología como falsa conciencia, porque cuando él habla de ideología habla de la ideología burguesa. Volviendo a la cuestión de la filosofía, hay un reportaje que le hacen dos cubanos a Althusser en donde una de las preguntas es: ¿por qué la filosofía como arma de la revolución o como herramienta de la lucha? Entonces, él marca unos tres momentos en la filosofía: la filosofía de la matemática con Platón, la de la física con Descartes y la filosofía de la historia de Marx, donde el hombre empieza a dar cuenta de los conceptos de finitud y de infinitud.

Oscar: la filosofía es política desde el comienzo, desde Sócrates por lo menos, que fue condenado a muerte por su filosofía por los ciudadanos de Atenas. Platón tuvo además de un pensamiento político una actividad política (inaudible).....

Juan José: cuando se trata de la Ética, cuando se trata de la virtud es ....

Oscar: además Aristóteles define al hombre como un animal político.

Juan José: o sea que está descartado que la filosofía no sea política en sí misma. Por otro lado, volvemos al tema de ideología como identificación, como aquello que marca las corrientes de pensamiento. Yo creo que acá es donde se da el mayor grado de conflicto, porque necesariamente estamos formados por un tipo de ideología que es la ideología burguesa. En este sentido, yo tengo algo escrito que serán unos seis o siete renglones, que es un trabajo presentado en la Quinta Jornada de Filosofía y Ciencia Política de Mar del Plata:

“Para entender la construcción del concepto de ideología debemos remitirnos a la relación que desarrolla todo individuo en su más temprana infancia con su madre. La proximidad física que se da en este período coloca al niño en una relación de alter ego con su madre, sin que pueda notar dónde termina su propio yo y dónde comienza el de la madre. Es una relación tan estrecha que no le permite como ser escindido de ella. Esta relación dual pre- edípica, como la denomina Freud, se rompe en el momento de aparecer un tercero, el padre, lo que permite que el individuo se objetive, es decir, en palabras de Althusser, le permite decir: yo, tú, él, o sea, reconocerse como una persona particular. El individuo, a lo largo de su vida, experimenta esa necesidad de pertenencia, originada como ya dijimos en su más temprana edad, para satisfacer este deseo, busca ser parte de grupos en los que se siente identificado por compartir con los demás la forma de pensar. El individuo transfiere su ideología subjetiva al grupo e identifica a los demás con su forma de pensar. Con esto queremos decir que basta con que el individuo crea o sienta que el otro concibió el mundo tal cual él lo hace para compartir su ideología, aun cuando en muchos casos esa suposición sólo sea válida en algunas cuestiones particulares.”

En esto también se toma el concepto de “corporaciones” de Hegel, donde Hegel trata la corporación como la segunda familia, donde la familia se despliega para formar un ente que lo supere. Si concebimos a la ideología en esos términos, yo no creo que sea algo que cierre el conocimiento, sino que lo abre porque le da otra perspectiva.

Oscar: es como la tradición, también puede ser una trampa, porque aquello que te identifica con un grupo puede ser una trampa para tu libertad, quedás como sumergido en la multitud.

Juan José: el tener conocimiento de que uno se maneja en un mundo estructurado ideológicamente le permite a uno conectarse con grupos de diferente ideología para poder nutrirse de un montón de cosas. Yo lo comparo esto con mi propia experiencia de poder, más allá de que me declaro marxista, leer todo lo que llegue a mis manos de bibliografía que no tenga nada que ver con el marxismo. De hecho, me parece que hay puntos en común entre Heidegger y el propio Marx.

Hugo: yo hubiera sido nazi también en esa época; era como ser peronista.

Willy: epa!, ehhh!

Oscar: meterse en Heidegger es política, pero es todo un quilombo, porque decir que fue un ideólogo del nazismo me parece que es una simplificación. Lo que me parece que es objetivo e irrefutable es que él fue afiliado, o sea que fue miembro del partido nazi.

Juan José: una de las cosas que yo en parte discuto es que Hegel también haya sido un ideólogo del nacional-socialismo. Yo con Hegel tengo mi cuestión de que hay una mala lectura de Hegel, entonces se apropian de cosas que..., de la misma forma que se apropian de una frase que jamás dijo Maquiavelo que es “el fin justifica los medios”. Bueno, volviendo al tema de las tradiciones y la ideología, que Heidegger plantea romper o poder abstraerse de todo eso para pensarlo con libertad. Que es un poco también lo que dice Descartes: estoy inmerso en todo esto, tengo toda una historia que me condiciona, cómo puedo hacer para poder sacar todo esto para poder ver si....

Oscar: en términos heideggerianos sería la dimensión temporal. El hombre es tiempo, y lo que ha sido no se limita a su propia historia individual; lo que uno ha sido es lo que viene traído por la tradición, los padres, la patria, etc. Toda esa dimensión es con la que el hombre se encuentra; el hombre nace ya con eso; a nadie se le preguntó si quería ser argentino, si quería ser hombre, si quería ser del siglo XX. Pero esa no es la única dimensión temporal del hombre. La otra dimensión es la de la posibilidad, que es la que nos arroja hacia el futuro, es la de poder pensar, porque los otros condicionamientos nos determinan, nos obligan a continuar con lo mismo, uno no puede relacionarse libremente.

Erica: ahora ese extrañarse de eso, o distanciarse, ¿implica pensarse a uno afuera de eso?

Oscar: en cierta forma sí, pero eso en Heidegger está dentro de una dimensión de lo que el llama “ser o estar en el mundo”. Él dice que en la experiencia ontológica uno siente al mundo como si estuviera fuera de su casa, como si se sintiera un extraño en el mundo, siente al mundo como inhóspito, quiere decir que uno no termina de pertenecer al mundo, como que hay algo que no se reduce a eso. Ahí es donde uno experimenta su libertad, porque los condicionamientos culturales sobre los cuales habla el pensamiento sociológico contemporáneo....todo eso está, pero todo eso no nos determina. Me parece que el engaño es pensar que el hombre se reduce a eso, y eso me parece que Kierkegaard es un tipo que afirma con toda energía que el hombre no se reduce a todos esos condicionamientos, que eso es Kierkegaard contra Hegel, ya que Hegel es el resultante de un espíritu universal que transcurre a lo largo de la historia; el particular es casi nada. El momento de singularidad es como un extrañamiento, o sea que vos seguís estando en el mundo, pero estás extrañado, no es ni abstraído, ni afuera, ni nada de eso, porque no se puede estar ni abstraído ni afuera, nadie está afuera. Es tener una relación libre, es decir todo esto soy yo pero también no soy yo. El falseamiento es creer que sos sólo eso, que tu ser se acaba en todos los condicionamientos sociales...

CAMBIO DE CASSETTE

Oscar:.....sí, Kierkegaard diría que el pensamiento sociológico es desesperación.

Erica: pero cuando uno decide es justamente cuando está en el mundo.

Oscar: escuchame, vos sacate de la cabeza eso, ¿quién te dijo que no hay que estar en el mundo?

Erica: pero parece como si fuera una especie de esencia, porque es justamente con todo eso que se decide también: con la cultura, con la ideología.

Oscar: al menos desde Heidegger, lo que dice es que el hombre es ser en el mundo, o estar en el mundo. Es la característica trascendental de lo que es ser hombre, o sea que ni el extrañamiento ni la libertad implican salirse del mundo. Ahí está la posibilidad del hombre: en términos kierkegaardianos, el hombre es una síntesis de tiempo y eternidad; la otra es como quedarse aplastado en el tiempo.

Erica: en Kierkegaard lo entiendo.

Oscar: y bueno, en Heidegger no lo entendés porque no querés, porque más claro lo dice Heidegger que Kierkegaard.

Andrés: no dicen cosas distintas en ese punto.

Oscar: no, en ese punto no. Lo que pasa es que trata de manera tan férrea la cuestión del ser en el mundo como algo absolutamente necesario, ser hombre es ser en el mundo pero de una manera tal en que uno en los momentos de angustia se siente como fuera de su hogar, y esos momentos lejos de ser un defecto de la existencia humana son los momentos donde el hombre se capta más hondamente.

LARGO SILENCIO

Oscar: bueno ¿vos querías agregar algo más?

Juan José: no, eso era todo.

Oscar: bueno, los que venimos al seminario desde hace varios años ya lo sabemos de memoria y por ahí los que se incorporan este año no lo tienen tan presente. Es esta cuestión del conflicto de Kierkegaard con la cristiandad, que era lo que yo decía hace un rato. Él, en determinado momento, tuvo un choque muy duro que preparó a lo largo de muchos años, que estuvo primero como mascullando la respuesta en privado, en sus diarios, en sus textos no publicados inmediatamente, y en determinado momento él decidió empezar a publicar un desafío abierto contra la iglesia instituida, y fue además como subiendo el tono en los últimos años. En sus últimos meses de vida fue la publicación de una especie de revista o panfleto, “El instante”, que es lo que nosotros estuvimos traduciendo y que es una crítica muy abierta a la iglesia instituida.

El disparador fue cuando el obispo de Copenhague murió en Enero de 1854, y durante los funerales del obispo Mynster, el profesor Martensen, que era pastor y el principal candidato a sucederlo, hizo un discurso fúnebre refiriéndose al muerto como un “testigo de la verdad”, como “un eslabón en la cadena sagrada de los testigos de la verdad que se extiende a través de las épocas desde los días de los apóstoles”. Eso fue parte del discurso fúnebre de Martensen refiriéndose a Mynster. Y esto fue el disparador para que Kierkegaard saliera públicamente. Lo irritó muchísimo.

Andrés: esperó bastante ¿no?, porque él no quería interferir con esa crítica en la designación del sucesor.

Oscar: sí, terminó siendo Martensen. Lo que Kierkegaard no podía concebir era que tanto Mynster como Martensen fueran dos funcionarios políticos de la iglesia instituida que estaba muy alejada del cristianismo auténticamente entendido, y que entonces se asociara como un testigo de la verdad a este personaje mundano, para Kierkegaard era insoportable width=100%. Esto que él había elaborado no era solamente una cosa personal contra Mynster, sino un pensamiento muy conflictivo acerca de la historia de la cristiandad.

Dice Kierkegaard en “Cómo juzga Cristo el cristianismo oficial”:

<< Podría parecer extraño que sólo ahora avance sobre esto, pues el juicio de Cristo debería ser decisivo, no importa lo inoportuno que resulte para el gremio de los estafadores clericales que se han apoderado de la firma “Jesucristo” y bajo el nombre de cristianismo han hecho negocios brillantes.

Sin embargo, no es sin razón que sólo ahora me refiera a esta cuestión decisiva; y a quien haya seguido con atención toda mi obra de escritor, de ninguna manera le habrá pasado desapercibido que hay un cierto método en el modo como procedo, que se caracteriza tanto por lo que digo, que todo esto de la “cristiandad” es un asunto criminal, equivalente a lo que suele llamarse con el nombre de falsedad, estafa, sólo que aquí es la religión que se usa así, como por el hecho de que realmente soy, como yo mismo lo digo, un talento policial.

Fíjate ahora si puedes seguir los pasos del caso. Yo empecé haciéndome pasar por poeta, apuntando maliciosamente a lo que pensaba en relación con el cristianismo oficial, que la diferencia entre el libre pensador y el cristianismo oficial es que el libre pensador es un hombre sincero, que sin vueltas enseña que el cristianismo es fábula, poesía; por el contrario, el cristianismo oficial es un falsificador, que solemnemente asegura que el cristianismo es otra cosa, solemnemente se empeña contra el libre pensador, y así oculta que en realidad él convierte el cristianismo en poesía, suprime el seguimiento de Cristo, de manera que sólo por la imaginación nos relacionamos con el modelo, pero él mismo vive bajo determinaciones totalmente distintas, lo cual es relacionarse poéticamente con el cristianismo o transformarlo en poesía, no más comprometedor que lo que es la poesía; y por último, el resultado es que directamente se desecha el modelo y se deja que aquello que uno es, la mediocridad, pase a ser el ideal.

Bajo el título de poeta saqué a la luz algunos ideales; expuse aquello con que los 1000 funcionarios reales están comprometidos por juramento. Y estos buenos hombres no se dieron cuenta de nada, permanecieron totalmente tranquilos, hasta ese punto todo era, cristianamente, falto de espíritu y mundanidad; estos buenos hombres no tenían idea de que se ocultaba algo detrás de este poeta- que mi modo de proceder era el de la inteligencia policial, para que los implicados estuvieran tranquilos, y la policía tuviera ocasión de formarse una idea más profunda del caso.

Así pasó un tiempo. Incluso me llevaba bien con estos hombres sujetos a juramento – y logré, con toda tranquilidad, dos cosas: instalar los ideales y conocer a aquellos con los que me las tengo que ver. Pero al final estos buenos hombres se impacientaron con el este poeta; se les transformó en un acoso. Esto sucedió con el artículo contra el obispo Martensen referido al obispo Mynster. Totalmente traanquilos, sí, totalmente tranquilos como estaban hicieron hincapié ahora (como podrá recordarse de aquel tiempo), en que "la escala con la que se los medía era demasiado grande", etc.

Entonces este poeta se transformó repentinamente- si me permiten la expresión, arrojó la guitarra, y tomó un libro que se llama “el Nuevo Testamento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, y con- sí, con mirada policial- interpeló a estos buenos maestros sujetos a juramento, “testigos de la verdad” sobre lo siguiente: ¿ acaso no es este el libro con el que están comprometidos por juramento, este libro cuya escala es bastante más grande que la usada por el poeta?.

Desde este instante, como se sabe, se hizo silencio. Tan listos como se creían, tan dispuestos a reclamar, mientras consideraran no sólo que quedaban a salvo, sino que podían hacerse los importantes sosteniendo: “no es más que un poeta, un exaltado con sus ideales, la escala es demasiado grande”; así de silenciosos se quedaron desde el instante en que este libro y el juramento entraron en juego. Tal como sucede en los procedimientos policiales.

Primero se tranquiliza al implicado; y a propósito, si un agente policial posee todos los otros dones pero no es virtuoso en el arte de tranquilizar, no es un “verdadero talento policial”. Una vez tranquilizado, el implicado invierte los roles: él, justamente él es el hombre honrado y claramente parece que fuera el agente policial quien es puesto en un brete. Pero cuando éste, tranquilizando de esta forma, se entera de lo que desea saber, cambia su modo de proceder, va directo al grano- y así de repente el implicado se queda en silencio, se muerde el labio y piensa: qué historia maldita.

Pues bien, tomé el Nuevo Testamento, me permití respetuosamente recordar que estos venerables testigos de la verdad por juramento están comprometidos con el Nuevo Testamento. Y entonces se hizo silencio. ¿No fue esto extraño?

Entretanto, consideré que lo más correcto, en lo posible, era mantenerlos en la incertidumbre por un tiempo más acerca de lo bien informado que estoy, y hasta qué punto tengo al Nuevo Testamento de mi parte, lo que también estoy consiguiendo, pero por lo que no se me ocurriría jactarme.

Hablé entonces en mi propio nombre y cada vez más decisivamente, dado que veía que se seguía desdeñando la imputación por el hecho de que yo al principio presentara la situación de manera tan favorable para la parte contraria como me resultaba posible; y finalmente asumí decir en mi propio nombre que es una culpa, una gran culpa, participar del culto divino público, tal como es ahora. Fue en mi propio nombre; así quedó claro que ya no podrían librarse de mí con la excusa de que soy un poeta y que son los otros los que representan la verdad. Pero siempre es un poco aliviador que hable en mi nombre; y así conseguí, por este efecto aliviador, tranquilizar un poco a la parte contraria y tener la oportunidad de conocerlos un poco mejor; saber si tenían la intención de empecinarse y no hacer caso de la imputación; pues la conciencia debe haber golpeado a estos hombres sujetos a juramento al escuchar esta palabra que todo lo cambia: es culpa, una gran culpa, participar del culto divino tal como es ahora; pues éste está en las antípodas de ser culto divino.

Pero, como fue dicho, lo aliviador era que hablaba en mi propio nombre. Pues aun cuando Dios sepa que he hablado verdaderamente y como debía hablar, y aun cuando lo que he dicho fuera verdadero y debiera decirse, incluso si no hubiera ninguna palabra de Cristo mismo, la cuestión es que siempre es bueno que por el Nuevo Testamento sepamos cómo Cristo juzga al cristianismo oficial.

Y lo sabemos por el Nuevo Testamento; su juicio se encuentra ahí —pero claro, estoy totalmente convencido de que, seas quien seas, si no conoces otra cosa acerca de lo que es el cristianismo que lo que surge del sermón dominical de los “testigos de la verdad”, entonces año tras año puedes ir a tres iglesias cada domingo, escuchar -en términos generales- a cualquiera de los funcionarios reales, y nunca habrás escuchado las palabras de Cristo a las que estoy aludiendo. Los testigos de la verdad piensan presumiblemente así: así como el dicho dice “no se debe hablar de la soga en la casa del ahorcado”, así también sería una locura que en las iglesias se citen aquellas palabras de la Palabra de Dios que testifican al cielo contra toda la payasada del pastor. Podría estar tentado de poner la siguiente exigencia que, aunque barata y modesta, es el único castigo que les deseo a los pastores: que se elijan determinados pasajes del Nuevo Testamento, y que el pastor se comprometa a leerlos en voz alta a la congregación. Naturalmente con la condición de que no sea como es uso y costumbre, que el pastor después de leer un pasaje así del Nuevo Testamento, deja a un lado el Nuevo Testamento para dar seguidamente su propia “interpretación” de lo leído. No, muchas gracias. No, lo que yo estaría tentado de proponer es el siguiente servicio divino: la congregación se reúne; se reza una oración en la puerta de la iglesia; se canta un himno; entonces el pastor sube al púlpito, toma el Nuevo Testamento, nombra el nombre de Dios y lee a la congregación el pasaje que corresponde en voz alta y clara —después deberá callarse y permanecer 5 minutos en silencio, quedándose en el púlpito, y sólo entonces podrá irse. Esto me parecería extremadamente provechoso. Intentar que el pastor se ponga colorado no se me ocurriría; pues a quien, con la conciencia de querer entender por cristianismo lo que él entiende por cristianismo, ha podido prestar juramento por el Nuevo Testamento sin ponerse colorado, a él no será fácil ponerlo colorado; y por otro lado se supone que para ser pastor oficial antes que nada es necesario que uno haya superado los infantilismos de la adolescencia y la inocencia, como ponerse colorado y cosas así. Pero supongo que la congregación sí se pondrá colorada por el pastor.

Y ahora a las palabras de Cristo a que me refiero.

Se encuentran en Mt 23, 29-33; Lc 11, 47-48 y dicen así:

(Mt 23, 29-33. 29) ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, 30) diciendo: “Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas!” 31) De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. 32) ¡Colmen entonces la medida de sus padres!. 33) ¡Serpientes, raza de víboras! ¿ Cómo podrán escapar a la condenación del infierno? (Lc 11, 47-48. 47) ¡ Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! 48) Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.

¿Qué es, pues, la “cristiandad”? ¿No es la mayor tentativa posible encaminada a rendir culto a Dios construyendo los sepulcros de los profetas y adornando las tumbas de los justos y diciendo: “Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos habríamos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas”, en lugar de seguir a Cristo, como él lo ha exigido y sufrir por la doctrina?

Sobre esta clase de culto divino he expresado que, comparado con el cristianismo del Nuevo Testamento, esto es jugar al cristianismo. La expresión es totalmente verdadera y plenamente característica. Porque ¿qué es jugar, cuando se piensa en cómo debe ser entendida la palabra en este contexto?. Es imitar, simular un peligro donde no hay ningún peligro; y así, lo que se busca es mantener la ilusión de que el peligro está. Así juegan los soldados a la guerra en el ejido; no hay ningún peligro, pero se actúa como si existiera, y el arte consiste precisamente en hacer todo ilusivamente, como si fuera una cuestión de vida o muerte. Y así se juega al cristianismo en la “cristiandad”.

Artistas dramáticamente vestidos comparecen en construcciones artísticas —no hay en verdad ningún peligro, es más, el maestro es funcionario real, que asciende gradualmente y hace carrera— y ahora juega dramáticamente al cristianismo, en resumen, hace comedia; le discursea acerca del renunciamiento, pero él mismo asciende gradualmente; le enseña a despreciar títulos y rangos mundanos, pero él mismo hace carrera; describe a los magníficos (“los profetas”) que fueron asesinados, y la cantinela es siempre la misma: si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos habríamos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas —nosotros, que construimos sus sepulcros y adornamos sus tumbas. Es decir que ni siquiera se quiere ser (como constante, encarecida y suplicantemente lo he propuesto) al menos tan honesto como para reconocer que no se es en absoluto mejor que quienes mataron a los profetas; no, se quiere aprovechar la circunstancia de que no se es contemporáneo con ellos para creerse mucho, mucho mejores que aquellos que los mataron, seres totalmente distintos de aquellos inhumanos- porque es obvio que lo somos, dado que construimos los sepulcros de los tan injustamente asesinados y adornamos sus tumbas.

Sin embarg,o la expresión “jugar al cristianismo”, por más característica que sea, no puede ser usada por quien tiene autoridad. Este se expresa de otro modo.

Cristo lo llama —¡presta atención!— lo llama: Hipocresía. Y no sólo esto, sino que dice

—¡horrorízate!— él dice que esta culpa de hipocresía es un delito tan grande, justamente tan grande, como asesinar a los profetas, es decir, culpa de sangre. Sí, si pudiéramos preguntarle a él, quizá contestaría que esta culpa de hipocresía, justamente está tan bien escondida y lentamente se extiende por toda la vida, es una culpa mayor que la de quienes, en un arrebato de furia, asesinaron a los profetas.

Este es, pues, el juicio, el juicio de Cristo sobre la “cristiandad”, sobre el culto divino dominical, sobre el cristianismo oficial. Horrorízate, pues de lo contrario quedarás colgado de eso. Es tan decepcionante, pues ¿acaso no somos personas de bien, verdaderos cristianos, nosotros, que construimos los sepulcros de los profetas y adornamos las tumbas de los justos, acaso no somos personas de bien, sobre todo comparados con los inhumanos que los asesinaron? Y además, ¿qué tenemos que hacer, si no podemos hacer más que estar dispuestos a dar dinero para construir iglesias, etc, no escatimar en el pastor y además, escucharlo? El Nuevo Testamento responde: lo que tienes que hacer es, tienes que seguir a Cristo, sufrir, sufrir por la doctrina; el culto divino que quieres favorecer es hipocresía e igual culpa de sangre. El pastor con su familia viven de que tú seas un hipócrita o de hacer de ti un hipócrita, o de conservarte en la condición de hipócrita.

“Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.” Lc 11, 48.

Sí, el cristianismo de domingo y la enorme logia de pastores comerciantes naturalmente se enfurecen ante este discurso, que con una sola palabra cierra todos los negocios, desecha toda esta profesión autorizada por el rey, y no sólo esto, sino que advierte contra tal culto divino como contra culpa de sangre.

No obstante, es Cristo quien habla. Tan profundamente está unida la hipocresía con el hecho de ser hombre, que justo cuando el hombre natural se encuentra mejor que nunca y ha conseguido armarse un culto divino a su medida, se escucha el juicio de Cristo: Esto es hipocresía, es culpa de sangre. No es que mientras tu vida en los día laborables sea mundana, lo bueno en ti es que al menos los domingos vayas a la iglesia del cristianismo oficial; no, no, el cristianismo oficial es mucho peor que tu mundanal semana, es hipocresía, es culpa de sangre.

Como fundamento de la “cristiandad” yace esta verdad: el hombre es un hipócrita nato. El cristianismo del Nuevo Testamento era la verdad. Pero sagaz y pícaramente el hombre inventó un nuevo tipo de cristianismo, el de construir los sepulcros de los profetas y adornar las tumbas de los justos y decir: si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres. Y esto es lo que Cristo llama culpa de sangre.

Lo que el cristianismo quiere es: seguimiento. Lo que el hombre no quiere es, él no quiere sufrir, menos que nada la clase de sufrimiento propiamente cristiano, padecer a los hombres. Entonces quita el seguimiento, y con ello el sufrimiento, lo específicamente cristiano; entonces construye los sepulcros de los profetas: esto por un lado; entonces miente ante Dios, ante sí mismo, ante otros, diciendo que él es mejor que los que asesinaron a los profetas: esto por el otro lado. Hipocresía al principio e hipocresía al final, y según el juicio de Cristo, culpa de sangre.

Imagínate que la gente está reunida en una iglesia de la cristiandad, y que de repente entra Cristo: ¿qué crees que haría?

Bien, lo que haría puedes leerlo en el Nuevo Testamento.

Se dirigiría a los maestros —pues a la congregación la juzgaría como otrora: fueron desviados del camino— se dirigiría a los de “largas vestimentas”, a los mercaderes, a los juglares, que transformaron la casa de Dios, si no en una cueva de ladrones, al menos en una boutique o en un puesto de feria, y les diría: “Ustedes, hipócritas; ustedes, serpientes; ustedes, raza de víboras”; y como otrora haría un azote de cuerdas para echarlos del templo (Juan 2:15).

Tú, que lees esto, si no conoces otra cosa sobre el cristianismo que lo que se dice en la perorata dominical, te revelarás contra mí —estoy totalmente preparado para ello, te parecerá que soy responsable de la más horrorosa blasfemia al presentar a Cristo de este modo, dirás “está poniendo en su boca palabras como serpientes, raza de víboras; esto es ciertamente espantoso, son palabras que nunca se escuchan en boca de ninguna persona instruida; y dejar que las repita varias veces es ciertamente tan terriblemente grosero; ¡y hacer de Cristo una persona que utiliza la violencia!”.

Mi amigo, puedes corroborarlo en el Nuevo Testamento.

Ahora bien, cuando lo que se quiere alcanzar predicando y enseñando el cristianismo es una vida cómoda y placentera en una posición reputada, entonces la imagen de Cristo debe modificarse algo. Adornos, no, en eso no vamos a escatimar, oro y diamantes y rubíes, etc, no, los pastores lo miran con agrado, y les hacen creer a las personas que eso es cristianismo. Pero la severidad, esa severidad que es inseparable de la seriedad de lo eterno, hay que hacerla a un lado. Cristo se vuelve entonces una figura sentimental, un hombre siempre bueno —esto se relaciona con que el plato puede ir circulando durante el discurso y la comunidad puede tener ganas de poner algo y tirar unas monedas; ante todo se relaciona con que por temor a los hombres, se está en buen entendimiento con los hombres; mientras que el cristianismo del Nuevo Testamento es: por temor de Dios padecer a los hombres por la doctrina.

Pero “ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas” (enseñando al pueblo que este es el cristianismo del Nuevo Testamento) y “adornan las tumbas de los justos” (poniendo constantemente juntos el dinero y el cristianismo) y dicen “si nosotros” — sí, si ustedes hubieran vivido en el tiempo de los profetas, los habrían asesinado, es decir, habrían permitido ocultamente, como de hecho sucedió, que el pueblo lo hiciera y cargara con la culpa. Sin embargo, en vano se ocultan ustedes en la “cristiandad”; lo que está oculto queda revelado cuando la Verdad juzga: “así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres, y colman la medida de sus padres, pues ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros”. En vano se hacen los santos, en vano intentan al construir los sepulcros de los justos, mostrar cuán diferentes son de los impíos que los mataron. ¡Oh, la impotencia de la hipocresía para ocultarse!

Fueron descubiertos. Justamente el construir los sepulcros de los justos y decir “si nosotros”, justamente esto es matarlos, es ser hijos legítimos de aquellos impíos, hacer lo mismo que ellos, es ser testigos de los actos de los padres, aprobarlos, “colmar la medida de los padres”, es decir, hacer lo que es aún peor.>>

Oscar: esto era solamente para traer a colación que el propio Kierkegaard no se desentendió de la lucha política. Su propio cristianismo lo obligaba a salir públicamente a oponerse a la jerarquía eclesiástica de ese momento. Esto está acá en los Cuadernos de Teología.

Lo que me parece es que no son dos cosas distintas el pensamiento de Kierkegaard acerca de la existencia, de la desesperación, de la posibilidad, y de la libertad; no es algo metafísico por oposición a una bajada a tierra meramente política.

LARGO SILENCIO

Oscar: lo que viene es otro tema, así que si quieren decir algo más...

Juan José: tengo una maraña de cosas, en otro momento lo ordenaré...

Se me viene mucho el momento histórico, hablando de temporalidad, de lo que hubiera dicho hace tres o cuatro semanas atrás, todavía lo estoy pensando, con la similitud que ponía, salvando las distancias entre Cristo y Marx, Kierkegaard sólo con decir que uno era pastor y el otro es el padre antirreligioso. Los dos buscan el tema del ser, cómo buscar, mientras que todas las corrientes filosóficas estaban trabajando al hombre como conjunto, y ellos apuntan al hombre en sí.

Oscar: se consideran los dos como antihegelianos.

Juan José: en realidad, es el punto de quiebre entre los dos momentos filosóficos.

Oscar: es como la consumación de la filosofía moderna.

Juan José: exacto, y a partir de ahí yo buscaba cuál era el nexo en los dos términos. Y planteaba en mi cabeza que el nexo justo es la desesperación en Kierkegaard y la alienación en Marx, el concepto de estar alienado, de no dar cuenta de que uno está sumergido en medios de producción y es un engranaje más en toda la maquinaria, y no tener uno la posibilidad de salir de eso, y cuando te das cuenta de dónde estás inmerso, poder salir. Entonces hoy cuando leía los mails, no me acuerdo quién fue que dijo: les dejo el 18 Brumario de Luis Bonaparte para que lean.

Oscar: Hernán.

Jua José: que es el mejor texto en donde Marx habla de política, y el otro era “Migajas filosóficas” de Kierkegaard. Yo creo que se perdió Hernán el mejor texto en el cual se pueden comparar Kierkegaard y Marx que es “La cuestión jurídica”, donde se plantea la emancipación política del hombre, que después lo va a reestructurar y plantear como la liberación total del hombre. Pero de lo primero que da cuenta Marx es de que el Estado está atado al sistema religioso, y me parece que es la misma pelea que da Kierkegaard desde otro lugar, Kierkegaard lo dice como: ustedes están haciendo una fábula, no están diciendo realmente lo que es la cristiandad; y Marx les está diciendo: señores, sáquense la careta que esto es un instrumento más de dominación, no es lo que ustedes promueven como la liberación del hombre, la libertad.

Oscar: lo que pasa es que yo decía que Marx ve solamente esa, no ve la otra que ve Kierkegaard.

Juan José: yo creo que están en lo mismo desde dos posturas totalmente diferentes. Uno más mental y espiritual y el otro más material.

Oscar: no es mental.

Juan José: mental de la parte espiritual.

Oscar: porque no es que Kierkegaard propone una liberación mental, es una liberación práctica, que no excluye el espíritu.

Juan José: lo que pasa es que Marx directamente es más material.

Oscar: lo que está claro en Kierkegaard es que todas las acusaciones que se le hacen de individualismo o de idealismo, me parece que se basan en no leerlo; porque si uno se pone a leer “Las obras del amor”, por ejemplo, ahí se da cuenta de que es una cosa que se lleva a la práctica de la vida.

Juan José: INAUDIBLE.

Oscar: volviendo al tema de la práctica en Kierkegaard, que él habla de la vida lo dice con todas la letras, no se trata de acomodar las ideas en la cabeza, se trata de qué hace uno con su vida. Me parece que la diferencia de Kierkegaard es que él pone entre hombre y hombre otro que es Otro, que es como un...... ancla para el cielo, que permite no quedar atrapado por el circuito puramente humano que está viciado de preferencia, de egoísmo. No hay otra posibilidad para salir del egoísmo que ahí en el medio aparezca Otro no humano.

El amor al prójimo es hombre-Dios-hombre, porque toda relación hombre-hombre es siempre egoísta. Entonces, o hay fe, o es todo egoísmo. Y la fe no es que quiere decir creo en Dios o creo que todo se va a poner bien, sino que es cómo estar conectado amorosamente a una instancia trascendente o que te saca del circuito este de hombre-hombre. Y esa clave es la misma que sirve para entender la desesperación y la salida de la desesperación en “La enfermedad mortal”. El hombre que quiere ser sí mismo y el que no quiere ser sí mismo son hombres desesperados, a menos que el yo se humille ante el Poder que lo fundamenta. O sea que ahí la relación consigo mismo es siempre desesperada, si no es yo-Dios-yo, como recuperarse a sí mismo desde Otro que no es un semejante. Para mí es el mismo modelo que aparece en Abraham e Isaac. O sea que la clave del amor paterno de Abraham hacia Isaac es que está fundado en Dios, porque sino es un amor de preferencia, y uno de los motivos por los cuales Abraham no quiere perder a Isaac, en principio, es porque él no quiere perderlo, o sea que es una cuestión de puro egoísmo. Me parece que es la misma estructura, que el amor a Isaac para que deje de ser un amor propio y se vuelva amor al prójimo hace falta esa instancia de lo Otro, que es algo que no es tu voluntad, sino que es algo que vos reconocés. Por eso, me parece que lo más conveniente para interpretar “Temor y temblor” es interpretarlo en términos de amor, y no de obediencia, para entender la diferencia entre amor paterno-filial entendido en un sentido humano, o sea que lo amo porque es mi hijo, porque es algo que me enorgullece y en lo cual yo me gratifico. Porque es mi hijo, es mío, entonces mientras es así, todavía no es amor.

Esto está para mí expresado en “Las obras del amor”, en el primer tomo, página 195:

“La sabiduría del mundo piensa que el amor es una relación de hombre a hombre; el cristianismo enseña que el amor es una relación entre: hombre- Dios- hombre, es decir, que Dios es el común denominador. Por muy bella que haya sido la relación entre dos o más seres humanos, por muy plena que haya sido la manera con que esta relación ha representado para ellos mismos todo su placer y toda su felicidad en un abandono y entrega mutuos, y aunque todos los hombres hayan hecho elogios de esa profunda relación amorosa, sin embargo -y en el caso de que Dios y la relación con Dios haya quedado arrinconada- hemos de afirmar taxativamente: que tal relación, en el sentido cristiano, no ha sido amor, sino un mutuo y fascinador engaño ante el amor. Pues amar a Dios significa amarse de verdad a uno mismo; ayudar a otro hombre a que ame a Dios es amar a ese otro hombre; y ser ayudado por otro hombre para amar a Dios significa que se es amado.”

Me parece que esta oración es la clave de “Temor y temblor”, lo que hace Abraham con Isaac, porque si no queda como una cuestión puramente de Abraham y Dios; lo que hace Abraham es ayudar a Isaac a que ame a Dios.

“de seguro que la sabiduría mundana no piensa que el mismo que ama, sea quien arbitrariamente ha de determinar lo que ha de entenderse por amor. Sin duda que el amor es entrega y abandono, y por eso el mundo piensa que es el propio objeto del amor- que en definitiva puede ser un amado, o un amigo, o los seres queridos, o una determinada sociedad o los que conviven con uno; a lo que en adelante, por razón de brevedad, llamaremos simplemente “el amado”- quien tiene que juzgar si hay pruebas manifiestas de entrega y abandono, y si la entrega y el abandono exteriorizados son o no amor. Por tanto, todo dependerá de si los hombres llamados a juzgar, sabrán hacerlo correctamente. En efecto, si “el amado”, que es el juez, no posee en sí mismo y delante de Dios una verdadera idea de lo que significa amarse uno mismo, a saber: que es amar a Dios; entonces tampoco puede tener idea cabal de lo que significa ser amado por otro, lo cual precisamente consiste en que el otro le ayude a uno en el amor de Dios. Cuando no se tiene esa idea, el amado también considerará como auténtico amor una falsa forma de entrega y abandono, y el auténtico amor lo considerará como desamor. El juicio meramente humano sobre el amor no es el juicio verdadero, ya que amar a Dios es el auténtico amor de uno mismo.”

Hugo: INAUDIBLE.

Oscar: sí, porque hay muchos subterfugios para escaparse, por ejemplo hacer una lectura sociológica o moral. Lo que pasa es que parece que ahí el fundamento es el amor, o sea que el amor es lo primero. No es que leyendo eso podamos lograr el amor, porque podés no leer eso nunca y tener amor al prójimo, y no saber cómo se llama, ni siquiera ponerle nombre. Si no parecería que aquel que no leyó las Sagradas Escrituras está perdido. Y eso para mí está claro en el propio Evangelio, ni siquiera hace falta ponerle ese nombre, y poniéndole ese nombre muchas veces uno puede estar en otro lado que no es ese.

Hugo: INAUDIBLE.

Oscar: en el marxismo pareciera que todo se dirime entre hombres.

Juan José: igual no le encuentran la salida, porque cuando hablan de una sociedad sin clases no se explica cómo se llega.

Oscar: además, suponete que hubiera una sociedad sin clases, también está el egoísmo del hombre que quiere explotar a la naturaleza. Por este camino seguimos, porque me parece que “Las obras del amor” viene a enriquecer el planteo de la desesperación en “La enfermedad mortal”, porque aparece el amor al prójimo como una aniquilación del egoísmo y me parece que también remite al pasaje de los Olivos: “hágase tu voluntad y no la mía”. En Kierkegaard, el tema de la voluntad es un tema paradójico porque es una voluntad que se aniquila como voluntad para entregarse a la voluntad del otro, voluntariamente se entrega a la voluntad del otro. Hay dos voluntades distintas para que se produzca ese diálogo, y eso se da dentro de una misma divinidad (Padre e Hijo) o sea que en el fondo quiero que se haga tu voluntad y no la mía, o sea que la voluntad se recupera de otra manera, no es la primera voluntad. El hombre frente al Poder que lo fundamenta vuelve a ser hombre renovado.

 

 

 

 

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