REUNIÓN III
16 mayo 2008

Oscar: Me gustaría hacer dos o tres aclaraciones sobre el texto que estamos leyendo. Es un texto inhabitual para lo que sería la literatura filosófica, aunque posiblemente sea un texto no tan raro dentro del marco de la literatura.

Sin embargo, me parece que está en el marco de una obra que tiene propósitos filosóficos. Cuando nosotros decimos que es un texto estético, o mejor dicho, cuando Kierkegaard dice que es un texto estético, me parece que lo que aparece es que  la voz habla en este texto y encarna una posición estética. La estética se expresa a través de este texto, no es una teoría acerca de lo estético, sino que es una voz estética. Esta es una de las características de la obra kierkegaardiana, esta cuestión de encontrar las voces para expresar posiciones existenciales. Y esta es una de las novedades que introduce Kierkegaard en el campo de la filosofía. Siempre esta cuestión de atribuir novedades es muy relativa, pero sí me parece que así es como él piensa su misión como pensador, es decir, una reacción contra una manera de hablar que considera esencialmente falsa, una manera teórica de hablar de las posiciones desde afuera. Me parece que él elige, en este texto, encarnar la posición estética y no simplemente hablar sobre ella.

Laura: estoy pensando cuándo no sucede en la filosofía, porque me parece por ejemplo que en la crítica no sucede, esa es la diferencia entre arte y crítica de arte. Porque en la filosofía, por ejemplo, Hegel también encarna...

Oscar: yo ahí creo encontrar la diferencia y me parece específicamente que Kierkegaard, esto que digo, lo escribe contra Hegel. En el texto que vamos a leer después de este, que se llama “El más desdichado”, hace una referencia a la conciencia desgarrada de “La fenomenología del Espíritu” y me parece que en ese texto no habla una conciencia desgarrada sino que habla un concepto acerca de la conciencia desgarrada. En cambio, la diferencia para mí, es que acá habla la estética, habla la posición estética, o lo que Kierkegaard entiende por posición estética. Habla una posición existencial que está capturada por el problema del que está hablando. No se habla desde el concepto sino desde la existencia. Me parece que esto se realiza en el texto, que esta conquista de la posición estética se realiza en el texto mismo, o sea que lo que está en juego aparece en el texto. El texto es la realización en acto de esa posición estética, y no una descripción de lo que es la posición estética.

La otra aclaración que quería hacer se refiere a una cosa que vamos a ver aparecer en estos dos textos y que nos remite al conjunto de la obra kierkegaardiana, que es el tema de la temporalidad.

Nosotros en lo que leímos la vez pasada, encontramos que él hablaba del recuerdo y de la esperanza como de dos instancias subjetivas. Esto va a volver a aparecer en “El más desdichado” y a mí me parece que lo que está explotando sin ser mencionado es una interrogación de Kierkegaard acerca del tema del ser del hombre como un ser temporal. Lo que no aparece acá en ningún lado, en estos textos que nosotros estamos leyendo, pero que está ahí, es la temporalidad del instante. En esa tensión que se plantea continuamente entre lo pasajero y lo permanente ¿cómo resolver desde la estética y cómo resolver desde la ética esa experiencia humana que oscila entre lo pasajero y lo permanente?

Kierkegaard está señalando una pregunta acerca de nuestro ser, en tanto que seres temporales. Me parece que está marcando esta situación: ¿cómo se resuelve el ser del hombre en su temporalidad?

Y para esto se mueve entre las posiciones estética y ética, que lo quieren resolver de distintas maneras.

Lo que yo propongo acá es que prestemos atención a este tema de la temporalidad, cómo aparece en la esperanza, cómo aparece en el recuerdo, y cómo va a aparecer en el tema del instante cuando aparezca. Él llama instante a la posición diferenciada de lo que sería el momento estético y la permanencia ética.

Nosotros la vez pasada habíamos anticipado la cuestión de la relación de la amistad y el matrimonio con el tedio.

Yo propongo que ahora leamos y en todo caso después discutimos.

LECTURA DE “O LO UNO O LO OTRO” PÁG 301 DONDE DICE “GUÁRDESE UNO BIEN DE LA AMISTAD”

Oscar: ¿se acuerdan qué era barbechar?

Ricardo: es remover la tierra y dejarla que se airee

Ana: y dejarla descansar para después volver a cultivar

CONTINÚA LA LECTURA: “EL CAMPESINO EXPERIMENTADO BARBECHA DE VEZ EN CUANDO”

Oscar: en el principio del párrafo, dice que el matrimonio se refuerza mediante puntales de orden moral y después lo compara con el tema del dinero: dice que ¿quién le va a reprochar a otro que se deshaga de su dinero tirándolo por la ventana? Porque si el dinero tiene valor entonces nadie lo va a acusar de infame por deshacerse de algo que tiene valor, porque en realidad el primer perjudicado sería uno en deshacerse de eso, o bien no tiene realidad ninguna y entonces está bien deshacerse de eso. Y lo compara con el matrimonio: o bien deshacer el matrimonio es ya suficiente castigo porque es deshacerse de algo que tiene valor, o si no tiene ninguna realidad tampoco se lo podría acusar.

Laura: ¿el habla del contrato?

Oscar: del contrato, sí.

Laura: porque una cosa es el contrato y otra es la relación

Corina: sería todo junto ¿no?

Oscar: la diferencia que vos decís es del contrato en el sentido jurídico. Para mí, está hablando como institución, lo que abarca todas esas dimensiones y me parece que tal vez por una cuestión de época o de ambiente no se pudieran separar por lo que es el contrato legal, religioso, y las instituciones concretas, la pareja. No hace distinción entre matrimonio y pareja.

Ana: no existía esa distinción.

Laura: Nietszche hace una defensa del matrimonio como institución, no del amor, porque eso complica las cosas...INAUDIBLE

Oscar: yo no sé...hay quienes estudiaron un poco más esta cuestión de la institución matrimonial. Y esta cosa de que va unido el contrato con el amor, con el romanticismo, parece que es una cosa relativamente tardía, que las parejas se concertaban mucho antes de que pudiera aparecer el amor, se concertaban incluso familiarmente.

Ana: pero también existía lo otro, en el Antiguo Testamento hay muchos matrimonios que se hacen por amor y no porque se los concertó...

Ricardo: ¿por ejemplo?

Ana: sí...por ejemplo, cuando… no me acuerdo cuál es el personaje, que ve a Raquel y se enamora de ella...

Ricardo: pero para estar con ella tuvo que estar con la hermana, pasar por la institución.

Ana: lo que digo es que no era una cosa obligatoria que te eligieran un marido o una esposa. Podías enamorarte y casarte. En el sur de España o de Italia, en los años 50, o en las obras de Federico García Lorca, las madres y los padres les elegían marido o esposa a sus hijos o hijas. Y muchas madres dicen ¿quién puede conocer a un hijo mejor que una madre?

Ricardo: en general tenía que ver con la herencia, con que no se subdividieran los bienes de la familia. Me parece que lo fundamental era el patrimonio, que era lo más preciado. Con la democracia cada vez la propiedad se divide más, no hay más grandes propiedades, al no haber un primogénito...

Laura: con el código napoleónico no hay más primogenitura.

Ana: en el caso de mi papá eran siete hermanos, uno sólo de sus hermanos eligió a su mujer. A seis, les eligió la mujer mi abuela, y uno sólo se casó enamorado de su mujer.

Pero lo que quisiera que quedara claro es que tampoco era una cosa que no podía haber amor en el matrimonio, que no pudieran coincidir la dos cosas.

Laura: en esa época empezó algo del ideal de amor con “Madame Bovary”.

Ana: sí, o “Ana Karenina”.

Oscar: por ahí, desde nuestra posición, pensamos estas dos cosas como si originalmente hubieran estado unidas, el amor romántico con la pareja, el amor con la institución, y que solamente se separaron después. Pero, por otro lado, por lo que estamos diciendo, no necesariamente era así.

Ricardo: yo lo que no entiendo es adónde apunta Kierkegaard con esto.

Ana: Kierkegaard no, el joven A.

Oscar: a mí me parece que lo que está por debajo es esa tensión del ser del hombre como ser temporal y de las dificultades que implica respecto de toda institución que se exterioriza.

Ana: pero además la posición del joven A es la posición de vivir el momento, como en el poeta latino Horacio.

Ricardo: pero a la vez tiene una ironía corrosiva, todo lo dice con un tono terriblemente irónico, con lo cual te provoca una sensación de ambigüedad. ¿Dónde está colocado en realidad él?

Ana: pero él es así, este personaje es como el Don Juan. Vos fijate que si leés el “Diario de un seductor”, en que el autor sería el mismo, es el don Juan que conquista su presa y después la abandona.

Ricardo: pero hay una cosa de sabiduría...

Oscar: acá hay una cosa de conciencia, de posición consciente respecto del riesgo del matrimonio, de lo que significa el matrimonio como violentación de lo que esta posición, del que habla acá, piensa que es el ser del hombre. Un ser cuyo máximo peligro es quedarse encallado como dice él, fijarse.

Ana: a mí me parece que es una postura exagerada al máximo para que después aparezca otra exagerada al máximo, que es la del defensor del matrimonio, el asesor Wilhelm.

Oscar: Sí, está bien. Pero entonces ¿qué grado de verdad vos le das a esta voz? ¿qué expresa?

Ana Zampini: me parece que se mete con tres cosas bastante fuertes, la amistad, el matrimonio y el dinero...cuando habla de amar al otro como a uno mismo, a mí me resuena algo religioso...

Oscar: Esta hablando de la amistad (y esto que digo parece una obviedad). Pero la amistad y el matrimonio no son amor al prójimo. Acá ni aparece el amor al prójimo. En otro marco aparece, acá no.

Erica: no, no es que no son, es que no necesariamente son amor al prójimo.

Oscar: No: amistad y matrimonio no son amor al prójimo.

Erica: No, no necesariamente son opuestos.

Oscar: yo no dije que son opuestos, sino que son distintos: no son lo mismo; ser distintos no es lo mismo que ser opuestos.

Erica: no, distintos tampoco son.

Corina: Pero también pueden ser opuestos. En la vida, el amor de preferencia puede llegar a ser un impedimento contra el amor al prójimo.

Ana: A mí me parece que tanto la del joven A como la del juez Wilhelm son posiciones que se caen, cualquiera de la dos se cae, tanto la del joven A como la del otro, y que lo único que salva tanto la amistad como el matrimonio es que tanto al amigo como a la pareja los ames primero como prójimo.

Oscar: vos ahí lo leés desde la posición religiosa.

Ana: lo leo desde “Las obras de amor”.

Oscar: lo que digo es que aún prescindiendo de ese marco, acá hay una voz que está hablando de algo real. Que es como la protesta del ser estético que cualquiera de nosotros puede ser.

Ana: puede ser no, es. Nosotros somos estéticos.

Oscar: él lo pone como posibilidad... Es la protesta del ser estético contra la sujeción de la exterioridad expresada como institución que te fija, te da un nombre, te da un marco, te da un título. Después va a hablar de la insensatez de tener un título. Cuando estoy tratando de pensar la verdad de este texto estético me parece que a través de él se está tratando de pensar el ser del hombre como temporalidad. Cómo resuelve uno este tema de la promesa que es muy afín también a Nietszche, en el sentido de cómo poder prometer uno que está sumergido en la corriente del tiempo. ¿Qué operación subjetiva hay que hacer para suponer que uno es el mismo a través de todos los instantes? Cuando este personaje lo que está acentuando es la dispersión temporal de nuestro ser.

En este libro tomado en conjunto aparecen las dos posiciones: la de la ética que es una apuesta a la permanencia mediante una decisión subjetiva del que quiere ser sí mismo, en cada momento de su vida quiere ser sí mismo, y la de la estética que es la del que quiere dispersarse en las infinitas posibilidades. Y hay una tensión entre ese devenir y el permanecer. Y la amenaza para el esteta de la amistad y del matrimonio es que lo ponen en un brete moral. O sea que vos estás obligado a respetar tus promesas. Vos sos el mismo en todo momento, vos estás obligado a ser uno, y acá lo que habla es la voz que protesta porque dice: “yo no soy uno”.

Ana: esta voz sí, dice eso.

Oscar: lo que yo digo es que no se agota en una preparación para la posición ética este texto, no es que todo esto está planteado así para que después venga el ético a decir que el sentido de la vida está en asumir compromisos y en el reconocerse a sí mismo como responsable de toda su vida en todo su trayecto.

Ana: lo que yo digo es que por ahí está como llevado al máximo, tensado al máximo la personalidad de cada uno. Porque no creo que el Juez Wilhelm sea tan ético como él dice, seguro que una amante por ahí tuvo; es hombre y chau...ya eso...perdonen los hombres. Están como al máximo. El juez Wilhelm, que promete para toda la eternidad la fidelidad y el amor a su esposa, es también una exageración. El ser estético es más natural porque es justamente lo natural del hombre, o en lo estético el hombre es lo que es, no lo que tiene que llegar a ser, si es que lo es y no tiene inquietudes éticas (cosa medio rara, pero es posible). En cambio, un tipo ético, ético, ético, que sé yo, al extremo del juez Wilhelm, no sé si existe alguno en la realidad. Me parece que no.

Oscar: la ética tampoco necesita que uno la encarne tan al pie de la letra; basta con que uno la declare; en todo caso, después vos podés disculparte por tus fallos. Pero vos reconocés que esa es la autoridad, que eso es lo que está bien.

No es que el juez Wilheim no haya sido infiel, pero él sabe que el sentido de la vida está en el matrimonio. El joven A lo que dice es que no tiene sentido.

Laura: INAUDIBLE

Oscar: El fundamento de esa necesidad pasa por no quedar atrapado por las obligaciones, por permitir expresar ese ser disperso del hombre. No estoy de acuerdo con lo que dijo Ana hace un rato acerca de que el esteta reposa en sí mismo, en su esteticidad. Porque está en permanente fuga, siempre amenazado por el fantasma del tedio, siempre escapándole a la esperanza, siempre escapándole al recuerdo, o sea que no puede estar bien en ninguna posición. El otro día nosotros decíamos que era un desesperado: ¿por qué era que tanto lo preocupaba el tedio, ese miedo por aburrirse?

Ricardo: ¿pero es un apasionado o un no reflexivo?

Oscar: no sé si conviene adjudicarle alguna de esas dos cosas, que sea no reflexivo porque me parece que él tiene una posición  reflexiva respecto de elegir la dispersión. Ni tampoco inmediato, como si fuera completamente animal.

Ricardo: es el hombre natural...no sé

Oscar: no sé si conviene llamarlo así porque en realidad hay toda una estrategia para armar una vida que no caiga en esas trampas que él señala. Es una especie de ética, no en el sentido del deber...

Laura: Ahí parece más natural la posición ética, el casarse, etc, ahí tenés todo armado.

Oscar: está todo naturalizado por la sociedad.

Ricardo: pero entonces ¿este es el esteta?

Oscar: este es un esteta, ¿porqué preguntás?

Ricardo: porque tiene mucha coherencia lo que dice; por momentos parece como que fuera denigrante ese estado de la vida. Esteta era un ser voluble, que estaba con lo efímero...

Oscar: pero esa es la posición del ético sobre la estética. Lo que él hace es tratar de expresar algo del ser del hombre y le parece que la posición ética no lo puede resolver.

LECTURA DESDE “GUÁRDESE UNO SIEMPRE DE CONTRAER UNA RELACIÓN PARA TODA LA VIDA...”

Laura: el cristianismo dijo muchas de estas cosas, Crisóstomo dijo: ¿cómo puede volar alguien que tiene un nido?

Oscar: y Cristo el tema del afán, de los lirios del campo. Que le reprocha a los hombres que están preocupados por el afán del día, mirad a los lirios del campo dice.

Ana: no. El afán por el día sí tiene que tenerlo. El tema es no tener el afán por conservar, por acopiar. “A cada día le baste su propio afán”, dice Cristo. Es como los lirios del campo y las aves del cielo. Ahora, si vos te estás preocupando por lo que te va a pasar mañana si no sabés si te vas a morir hoy a la noche...

Oscar: la acotación que hace Laura tiene que ver con eso.

Laura: sí, Crisóstomo por eso estaba contra el matrimonio: porque no te dejaba volar.

Ricardo: Nietszche también.

Oscar: es que Nietszche era cristiano.

Ana: hay un autor francés que encuentra relaciones entre Nietszche y el cristianismo.

Oscar: estaba obsesionado por Cristo

Laura: lo que no entiendo es porqué junta la amistad y el matrimonio.

Oscar: hay una tradición a oponerlos.

Laura: a oponerlos o, por lo menos, a meter el matrimonio en las instituciones, y la amistad no es una institución en el mismo sentido.

Oscar: acá lo que pasa es que la concibe como un pacto de sangre. En un momento dice: mezclar la propia sangre con la del amigo.

Ana: como esto de ceder la propia libertad a favor del otro, a favor del amigo.

Oscar: a favor de la institución que los unía.

Ricardo: a mí me parece que la palabra sería más camaradería que amistad, habría que ver la traducción.

Oscar: lo que pasa es que parece que este esteta no concibe otra cosa más que una especie de individualismo extremo.

Laura: ¿qué es lo que quiere?

Ricardo: quiere molestar. Este libro debe haber causado un revuelo.

Oscar: quiere en cada caso algo distinto, quiere reservarse en cada momento querer algo distinto y odia cualquier compromiso que lo obligue a tener que querer lo mismo.

Ricardo: hay un libro que se llama “La pureza del corazón es querer una sola cosa”.

Ana: lo que sucede con ese libro, es que esa “sola cosa” del título no es ninguna cosa temporal. El querer una sola cosa es el Bien, ni siquiera la llama Dios. Nunca es algo temporal, ni un amigo, ni el matrimonio, ni nada de eso.

Oscar: nada mundano.

Ana: justamente en ese libro, que no es una obra seudónima, dice que si uno quiere una sola cosa, y casi siempre pone el ejemplo del amor a otra persona, del amor romántico vamos a decir así: doy la vida por ese solo ser, esa no es la pureza del corazón, para nada. Es tan impuro ese corazón como el que quiere todo, o quiere en cada momento una cosa diferente. La sola cosa temporal equivale a las miles de cosas temporales. Este libro siempre se lo menciono a Erica y ella me dice: ya me lo dijiste.

Oscar: porque en “La repetición”, el joven enamorado está luchando con el fantasma del tedio. “La repetición” es un libro seudónimo que está firmado por Constantin Constantius, que es una especie de consejero mayor, un hombre adulto que aconseja a un joven atormentado por el amor. Porque es un amor realizado, está con su amada, están de novios, están en el momento del romance, en el momento floreciente. Pero en ese mismo instante, a él se le aparece el fantasma que no lo deja estar tranquilo con su amor, porque sospecha que ese amor está destinado a transformarse en tedio, que tiene miedo de aburrirla a ella. Llega hasta la puerta de la casa, por ejemplo, y está por golpear la puerta, y entonces empieza a pensar que, si se ven, va a empezar a acelerar el aburrimiento.

Laura: ¿pero esa es la posición estética?

Ana: no, no es estética.

Oscar: sí.

Ana: ¿el joven ese?

Oscar: para mí, es a full estético.

Ana: yo veo estético a Constantin Constantius.

Oscar: los dos son estéticos, pero el joven después no se sabe qué pasa.

Ana: porque el joven después habla de Job y todo eso.

Oscar: que el tipo encuentra una salida en Job está como sugerido, pero es medio misterioso

Ana: bueno, pero es una diferencia fuerte, no es que lo puedas dejar pasar de largo.

Oscar: pero el momento de la melancolía no es un momento religioso, es un momento puramente estético porque el tipo de lo que tiene miedo es de que el amor se gaste.

Laura: eso parece contra la posición ética, tanto miedo de que no dure por la eternidad es estar ya metido en la eternidad.

Ana: para mí, también es así. El joven de “La repetición” está ya con el sentimiento de la eternidad en él y su miedo es justamente el de que nada sea eterno, tampoco ese amor, y por eso tiene tanto miedo de no caerle bien, de decir estupideces que lo hagan valer menos de lo que él quiere ser frente a ella, etc, etc. Cosas que nos pasan a todos los seres humanos, ¿o no?. Siempre uno dice: voy a decir esto que es una estupidez y voy a quedar como una idiota frente a la persona con la que quisiera quedar como la reina de Saba. El joven enamorado de “La repetición” es completamente distinto a éste, me parece que es el opuesto porque lo que él teme es el fracaso, el derrumbe, la destrucción.

Oscar: al tedio...para mí, está de cara al mismo problema, ahora si uno dispara para un lado y otro dispara para otro, está bien...

Oscar: .... a algo que tiene que ver con nosotros, a ese ser que uno no termina de ser.

Ricardo: ¿es la angustia?

Oscar: yo creo que es la angustia. En este y en el joven enamorado, la melancolía y el tedio son angustia.

Erica: pero éste habla desde una postura mucho más arrogante que el joven de “La repetición”, me parece.

Oscar: pero esas son diferencias...sí, porque en cada texto encuentra una voz distinta y después cuando leamos “El más desdichado”, pone todo el acento en la desdicha y después si ustedes leen los “Diapsalmata” está continuamente ahí con el tema del sufrimiento, el dolor, que la existencia es desdichada. Lo que me parece es que el joven A no oculta que sea eso. Lo que pasa es que está tratando de armar toda una cosa para escaparle a eso. O sea que el tono irónico no invalida el hecho de que se trate de una posición desesperada. No es alguien ya superado y que ya sabe cómo manejar el dolor. Porque está escapando todo el tiempo. A mí me parece que esa es la clave de este texto.

Ezequiel: ...es como más práctico. Como esto se va a terminar, entonces uno dice: hasta el 1º de Mayo.

Erica: que no es lo mismo que quedarse en la puerta dudando si entrar o no entrar.

Oscar: es que el otro no se queda, se va.

Erica: claro, pero tiene ese momento de duda.

Oscar: pero se va.

Erica: pero no es lo mismo, no es como habla éste.

Oscar: pero es de cara a la misma cuestión.

Erica: sí, pero no tienen una voz parecida.

Ana: para mí, tampoco. El joven de “La repetición” es...cómo puedo decir...profundo en sus sentimientos. Este se parece más a Constantin Constantius que es tan irónico y que todo se lo hace trizas al joven, todo lo minimiza, todo lo que es profundo para el joven el tipo en dos segundos se lo tritura con su argumentación.

Oscar: pero ¿para vos es una diferencia que va a de lo estético a otra cosa?

Ana: por lo menos son dos voces diferentes.

Erica: puede ser dentro de lo estético.

Ana: para mí, sí, son distintas.

Oscar: pero la melancolía es una salida?

Ana: no, yo no digo que ninguno de los dos salga. Pero son distintos en cómo sienten y ven la vida. Al joven A le es fácil entrar o salir en cualquier situación.

Oscar: no es fácil porque el tipo está planteando una huída permanente y  agarra por el lado del humor irónico.

Erica: pero el joven de “La repetición” claramente no agarra por el lado del humor.

Ana: llora por un mes y no le habla ni le escribe al tipo este, Constantin.

Oscar: ¿pero es más profundo que se ponga a llorar?

Erica: para mí, sí.

Ana: para mí, también.

Ezequiel: me parece que cuando se escribió “La repetición” era muy reciente la ruptura con Regina Olsen. Es más patente la melancolía. Acá está todo el tiempo menospreciando, no sabés qué posición toma, es muy satírico. Me parece que el otro es un poco más velado, más parco en sus consideraciones...

Ana: claro, y en la parte donde dice “si te casas te arrepentirás, si no te casas te arrepentirás”….

Oscar: para mí, lo que marca la posición estética es la no salida, o sea, la imposibilidad. No es mejor la melancolía que la distancia irónica. Puede que sea mejor juzgada desde una posición ética.

Ezequiel: es una posición existencial.

Ana: la del joven...porque la de Constantin...

Ezequiel: a mí me hace eco lo que le pasa a Kierkegaard, que el compromiso le obstruye el camino como escritor religioso. Me parece que lo que pasa en “Temor y temblor”, lo que pasa en “La repetición”, es eso de que quiero, pero no, porque no me conviene, porque es la proyección...

Oscar: esa angustia ¿para vos, es una cosa biográfica de Kierkegaard?

Ezequiel: no sé si biográfica, me parece que es un poco más existencial, no como éste que es un enfermo esteta del cual el propio Kierkegaard se mofa. Me parece que el de “La repetición” se acerca más a Kierkegaard

Oscar: Pero por qué ¿porque es melancólico?

Ezequiel: sí...pensando lo que Heidegger entiende por existencial, es el vértigo de la melancolía y de la angustia.

Ana: el otro sufre.

Oscar: pero acá aparece el vértigo del aburrimiento.

Ana: pero este parece que no sufriera.

Oscar: pero es obvio que sufre.

Ana: ¿porqué es obvio?

Ezequiel: es un cínico y como cínico se ríe de todo.

Oscar: ustedes ahí están expresando una preferencia ética: es mejor sufrir... es mejor sufrir llorando que sufrir cagándose de risa.

Erica: nadie dijo que es mejor.

Oscar: ustedes están diciendo que es más existencial, que es más profundo.

Erica: más profundo no es mejor, para vos más profundo será mejor.

Corina: cuando dice eso de “la vieja Dinamarca se derrumba, es fatal, se derrumba de tedio...”

Ana: pero, escuchame, la vieja Dinamarca podría hacer algo más que derrumbarse de tedio.

Corina: no es que no le importa nada.

Ana: “se derrumba de tedio” está dando cuenta de un hecho.

Corina: pero para él es fatal.

Ana: pero es fatal el tedio, porque a él le encanta divertirse.

Corina: es fatal lo que pasa.

Oscar: ¿en tu vida no es fatal el tedio?

Corina: no dice que le encanta divertirse.

Oscar: el tedio es una de las cosas  más serias que te pueden pasar en la vida, aburrirte de la vida que llevás es una de las peores cosas que te pueden pasar en la vida.

Corina: él dice que en la vida uno se harta de todo: del amor, del chocolate.

Ana: parece una persona a la que la vida le pasa por delante y no la ve.

Ezequiel: Es la postura del cínico, es la postura de Diógenes que se va a burlar de la polis... fuera de Atenas...

Erica: porque él ¿dónde está acá?

Oscar: El está en esta imposibilidad. En decir: no me vengas a decir que mediante una promesa yo voy a encontrarle sentido a mi vida.

Corina: El dice: yo no me puedo comprometer para toda la vida, porque qué sé yo lo que voy a llegar a ser. Peor es el que dice “te amaré para toda la vida” y... es un versero.

Ana: no confundas, porque yo no estoy diciendo eso.

Corina: pero él lo está pensando en serio, no es un tarado que está jodiendo.

Oscar: Que sea irónica no quiere decir que no sea seria. No me parece que haya que desdeñarlo por su ironía. Además en su obra Kierkegaard usa tanto la ironía, el humor, como temples de la desesperación.

Erica: está re contra desesperado

Ana: claro, y ¿quién dice que no? Pero también en “La enfermedad mortal”, Anticlimacus, otro seudónimo, ¿qué dice? El juez Wilhelm dice: desespera, desespera, como que en la desesperación va a encontrar el pivote que lo va a levantar. Si desespera hasta el final, se va a dar cuenta de que tiene que volverse ético. Sin embargo, en “La enfermedad mortal” no es así, porque la desesperación es universal y la tiene tanto el ético, como el religioso, como el estético. Yo jamás digo ni pienso lo contrario. Todos somos desesperados. Lo que sucede es que la desesperación no es algo que uno diga que hay que permanecer en ella, o que está bien permanecer en ella. Es lo peor que le puede pasar a una persona.

Oscar: pero el joven A trata de esquivarla, y a su vez marca que ninguna posición es buena con respecto a esta cuestión. Marca un punto de vista desde el cual no hay salida. Y ese punto de vista no me parece que sea ni superficial, ni trivial. Este punto de vista es serio y no sé cuántos de nosotros podemos jactarnos de que salimos de este punto de vista.

Erica: pero el joven A piensa que la salida es esquivar eso, ésa es su salida.

Ricardo: para mí, su posición es como crítica de la falta de pasión de la época, de la sociedad de Dinamarca.

Ana: pero a este tipo ¿qué le va a importar la pasión?

Ricardo: si lo ves desde las costumbres burguesas, la falta de apasionamiento de todo. Ni en la amistad ni en el amor ni en nada hay una verdadera pasión. Por eso todo le parece objeto de burla, se ríe de todo.

Oscar: tiene la pasión de la distancia.

Ezequiel: es un observador.

Oscar: no es observador.

Ezequiel: para mí, es observador. ¿Qué partido toma?

Oscar: toma el partido de no comprometido.

Ezequiel: yo decía lo de Diógenes, que lo echan de la polis por masturbarse. El dice ¿cómo puedo ser echado de la polis? Un acto totalmente cínico, se burla de la sociedad griega. En este caso, me parece que denuncia algo de la cultura europea del siglo XIX. El otro día hablábamos de Baudelaire, que también habla del tedio.

Oscar: Pero cuando vos decís que no toma partido, ahí habla la ética. Este tipo te dice: bueno, ¿qué partido?

Willy: ¿qué sería tomar partido? El que no toca el timbre y se vuelve para no ver lo que va a pasar, ése también esquiva el bulto. En ese sentido, sería no tomar partido. No toco el timbre, no le digo nada, entonces tengo la ilusión de que esto va a ser eterno y de que va a durar adentro de mí.

Ezequiel: acá no hay experiencia.

Oscar: para mí, hay otra experiencia, lo que no entiendo es por qué hay que jerarquizarla.

Ezequiel: no es una cuestión de jerarquía, el de este texto me parece un cínico.

Oscar: ¿en qué sentido? ¿en el sentido de Diógenes?

Ezequiel: en el sentido de que obviamente padece, no digo que el sufrimiento sea menor, digo que está alejado y dice: “esto es lo que pasa”, yo estoy afuera. Esquivarlo para mí sería mirarlo de afuera: ni se casen ni no se casen... ¿En qué posición está él?

Oscar: lo que no entiendo es tu posición. Porque parece que vos le hacés una objeción: ¿casarse sería mirarlo de adentro?

Ana: mirá, Oscar, nadie puede leer algo sin una posición.

Oscar: pero uno puede pensar su posición.

Laura: una cosa es mirar desde afuera y otra cosa es tomar una posición, porque yo creo que él lo dice desde adentro tocado por el tedio, tocado por deseos y horrores al deseo. Porque vos decís desde afuera... pero al tipo se lo ve incolucrado.

Willy: no sabés cuál sería el adentro tuyo. Uno puede decir: no me voy a casar porque creo que no sirve y tampoco voy a curtir la amistad porque creo que no sirve. Y vos ¿qué dirías?

Ana: no tenés amor al prójimo.

Laura: pero te podés casar y tener amigos y tampoco tener amor al prójimo.

Ana: lo que sucede es que se puede tener esposa, tener amigos, y tener amor al prójimo.

Oscar: y se puede no tener amor al prójimo.

Laura: pero él está involucrado, nadie habla del tedio así si no lo padece.

Ezequiel: él dice: a todos ustedes les pasa esto. No dice que es un tipo que padece el tedio. ¿Cómo puede hablar de algo que no conoce?

Laura: pero analizar críticamente algo, eso es la experiencia. Desde afuera es decir: esto es malo o esto es bueno.

Willy: quería rescatar una cosa que se dijo al principio, cuando el joven A destaca algo como la chispa en la amistad, como un malestar, que él decía que eso era lo bueno: “lo desagradable es el ingrediente picante en la hosquedad de la vida”. Lo desagradable  es lo picante, lo interesante.

Oscar: el tipo se mete en ese tipo de paradojas de que lo desagradable pueda ser el ingrediente picante en la hosquedad de la vida. Alguien que está como ordenado a encontrarle algo interesante, y lo encuentra en lo desagradable. Como que eso es lo que mueve.

LECTURA DESDE “GUÁRDESE UNO SIEMPRE DE CONTRAER UNA RELACIÓN PARA TODA LA VIDA...”

 

Oscar: también acá hay una cuestión de prudencia en el sentido de la filosofía helenística. Un uso prudente, porque dice que dominar el estado de ánimo es imposible pero hay que tratar de estar regulándolo siempre con prudencia.

Ana: pero acá la prudencia está usada ¿en qué sentido?

Oscar: para mí, en el sentido clásico.

Ana: ¿pero la prudencia no es aquello que te permite discernir críticamente lo justo?

Martín: en el sentido del justo medio.

Corina: para mí, tiene que ver con el compromiso, hasta dónde te comprometés, no sea cosa que después te arrepientas. Es un ensayo para una doctrina de la prudencia social.

Oscar: esta posición estética no es una apuesta a la disolución, a una vida disoluta, donde vos estés todo el día borracho. Es a vivir estéticamente con prudencia, tratando de no derrapar. Sabiendo que es imposible, pero regulándose a la vez. Ese me parece que es el sentido clásico de prudencia.

 

LECTURA

 

Ana: para mí, esta es la prudencia en el sentido actual del término, no en el sentido griego del término.

Oscar: no en el sentido racional aristotélico, pero sí en el sentido estoico epicúreo, pero que es como un arreglo permanente con algo que en el fondo no tiene solución. Pero que sin embargo es deleitarse sin extraviarse. No es moral, sino que es profundamente estético porque no hay: esto debe ser así.

 

LECTURA HASTA EL FINAL

 

Ricardo: es también como si estuviera señalando esto de la arbitrariedad y cierta curiosidad que es muy moderna. Me parece que lo que prima en la modernidad es la curiosidad. Está informado porque está informado, es banal digamos.

Ana: pero en este último párrafo me parece que está bien retratado lo que decía Ezequiel hace un rato. Imaginate que lo entretenga el sudor del pobre tipo que está ahí con su dolor. Digo que está fuera de todo, él.

Oscar: esa es la posición  estética. El dice el artista, después dice genio, porque es creativa. Es una apuesta seria a no tomarse en serio nada.

Corina: por ahí, como a ver otras cosas. Esto último me hacía acordar mucho al psicoanálisis porque es así: vos decí cualquier cosa que algo va a salir. No es que va a salir una pelotudez, ahí vas a encontrar algo interesante también.

Laura: por ahí, al final encuentra algo, una correspondencia entre lo arbitrario y lo casual del adentro y el afuera. Algo sucede ahí con la curiosidad.

Corina: uno rompe con el tedio.

Oscar: además, también es una manera de vivir con los otros. Porque el tipo te está dando un discurso sobre no sé qué y vos le empezás a mirar el sudor. Es una manera de convivir también.

Laura: para ver su teoría hay que ver cómo está sentado.

Willy: está la idea de salirse del discurso y de ver cómo transpira y de meterte en otra película. Esta cosa curiosa de meterse en algo que puede resultar aburrido. Decimos: ¡otra vez tenemos que venir acá a leer a Kierkegaard!

Ana: hay un autor de psicología, Laing o Cooper, los autores de “El yo dividido”, que dice que el ojo de uno es como un objetivo cinematográfico y que puede desgajar del otro un algo casual, porque como dice acá: uno convierte lo casual en absoluto. A mí, sinceramente, eso me parece una esquizofrenia total.

Corina: a mí me hace acordar a “Temor y temblor” porque lo que hace Abraham no tiene nada que ver con lo que uno hubiese esperado del padre, es un hecho que rompe con lo que era razonable para esta historia, para este ser.

Laura: creo que el llamado de Dios no era casual.

Corina: pero visto exteriormente es como que rompe con la continuidad de lo que uno esperaría que es un padre, lo esperó tanto tiempo, de hecho rompe con la ética.

Oscar: en cierto punto se aproximan la estética a la fe.

Ana: ¿esta estética???? Te voy a matar, Oscar. No escribas que lo voy a matar.

Oscar: hay algo de esta estética que te aproxima más a la fe que la ética. Esa es una gran tesis. Hay que leer todos los libros de Kierkegaard para ver si es así o no es así, pero yo tengo esa sensación.

Willy: en esa cosa de niño, como de juego.

Ana: en esa cosa destructiva, en eso sí, me parece.

Oscar: lo que vos dijiste recién de convertir lo casual en absoluto. Porque ¿quién se puede jactar de tener lo absoluto? Eso que le pasa a Abraham que te llama Dios, y además te llama por tu propio nombre y te dice lo que tenés que hacer, no es una cosa de la que nosotros podamos decir que todos sabemos de qué se trata y además vivimos la vida en estado de Abraham.

Ana: tampoco Abraham creo que vivía en estado de Abraham. Él vivía como un hombre temeroso de Dios.

Oscar: un extravío es creer que uno puede llegar a lo absoluto mediante el deber.

Erica: ¿y mediante lo que plantea este texto sí se puede?

Oscar: no, el joven A tiene plena conciencia de que transforma lo casual en absoluto y no se engaña con eso. La otra es decir: acá en la vida ya se sabe lo que hay que hacer y tenemos que hacerlo y la cosa es así.

Ana: yo en lo que estoy de acuerdo con vos es que por ahí la mirada estética (no al extremo de este tipo) en general puede ser más cercana a lo religioso porque de alguna manera tiene conciencia de la vacuidad de las cosas que el ético absolutiza.

Oscar: lo que pasa es que no se puede jactar de que recibió el llamado de Dios. El tipo tiene la honestidad de no simular haber recibido el llamado de Dios.

Ana: exactamente. El ético se aburguesa tanto en su posición, está tan contento con ser sí mismo, está tan tranquilo y creído de que con ser eso ya está, ya cumplió con toda una vida, que a lo mejor nunca va a poder tener una experiencia con lo absoluto, o una relación con lo infinito, lo eterno, lo sagrado o el Bien. Por ahí, es más fácil que la pueda experimentar un estético.

Oscar: no es que quiero asimilar la posición estética a la religiosa, lo que pasa es que la religiosa es excepcional y nadie me parece que se puede jactar de tenerla, más bien nos movemos entre la ética y la estética.

Ricardo: me parece que en la pasión se relacionan lo estético y lo religioso, porque eso de que lo absoluto es lo arbitrario, hay una gran pasión por pura arbitrariedad, por un capricho absoluto. Y la fe tiene algo de capricho.

Oscar: desde un punto de vista, sí, eso es lo que dice en “Temor y temblor”: ¿cómo hace Abraham para explicarle a los demás? Para los demás, es un asesino, no se puede explicar. No es que no encontró las palabras adecuadas y si lo piensa un poco más lo va a explicar, no lo puede explicar.

Ricardo: además ¿quién le va a creer?

Oscar: claro.

Ana: igual siempre discutimos el tema de la interpretación tan literal que tiene Johannes de Silentio, es su mirada sobre Abraham. No es que sea Abraham el que se sienta a sí mismo un asesino.

Oscar: pero justamente el principio en “Temor y temblor” está la relación entre el poeta que escribe las hazañas del héroe y la posición del poeta que es siempre estética. Porque no es Abraham que dice: yo les digo cómo es la voz de Dios, dice que él lo admira a Abraham pero no puede seguirlo.

Ana: porque lo sigue con la razón, desde el punto de vista de la razón.

Oscar: no, lo sigue desde su lugar que es el de alguien que no recibió la voz de Dios, ¿se lo vas a reprochar?

Ana: ¿quién le reprocha algo?

Corina: cuando uno dice esteta se imagina alguien sin nada de conciencia, un boludo que se divierte y mira a Tinelli.

Erica: este quiere medirlo.

Oscar: es un artista. El tipo que no se puede dedicar a la predicación, porque no fue llamado por Dios, se dedica a ser un esteta.

 

(Los textos leídos corresponden a "O lo uno o lo otro", Escritos 2, Editorial Trotta, Madrid, 2006.) 

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