Cristian Eduardo BENAVIDES: Kierkegaard y Hegel: Dos análisis diferente de la psibilidad
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1. La posibilidad en los textos tempranos de Kierkegaard
            En nombre de la existencia Kierkegaard alza una fuerte crítica contra el pensamiento especulativo de Hegel al que acusa de mistificar el concepto de devenir y de dejar sin efecto, con su implacable dialéctica de lo negativo y de la Aufhebung, la contingencia que es esencial a la realidad. Para Kierkegaard, el movimiento solo es tal por la trascendencia de la libertad. En la lógica, sin embargo, parece repetirse una vez más la eterna expresión de los eleáticos: nada acaece, todo es.
            Posibilidad y necesidad son principios inconmensurables entre sí.
[1] Lo necesario, propiamente hablando, es lo fijo, lo estable, mientras que lo posible es lo sujeto a cambio, lo mutable, es decir, lo que puede ser o no-ser. Hegel, no obstante ello, afirma sin reparo que la necesidad es la síntesis de posibilidad y realidad.[2] Cabe entonces preguntarse, ¿cómo se da esta unidad si dichas nociones difieren radicalmente? La esencia de lo necesario, precisamente, es la de ser, en tanto que la esencia de la posibilidad es la de ser nada, por cuanto lo posible –no solo el que no se actúa sino también el que se actúa–, se muestra como una nada en el momento mismo en el que deviene real. Justamente todo lo posible en su relación con lo real se reduce a nada.
El devenir es el pasaje de la posibilidad a la realidad.
[3] En la necesidad, por el contrario, no hay ninguna mutación ni pasaje, porque lo necesario se relaciona exclusivamente consigo mismo y siempre del mismo modo. Si posibilidad y realidad fueran subsumidas por la necesidad devendrían una esencia absolutamente otra, se transformarían en la única cosa que excluye de por sí el devenir, lo que resulta a la vez imposible y contradictorio. La posibilidad, en efecto, se vincula de modo esencial con el devenir, con la alternativa, con la elección, con el poder ser de esta o de aquella otra manera. De aquí se siguen, siguiendo la reflexión del pensador danés, tres principios fundamentales que se corresponden recíprocamente. En primer lugar, nada deviene con necesidad. En segundo lugar, la necesidad no deviene. En tercer lugar, lo que deviene no deviene algo necesario con el devenir.[4]
            Lo real no es ni puede ser más necesario que lo posible por el simple hecho de que lo necesario es algo completamente diferente de lo real y de lo posible. Kierkegaard rechaza explícitamente en este punto la proposición aristotélica que reivindica lo “necesariamente posible”[5], pues se trata para él de nociones irreductibles entre sí que, por la misma razón, vuelven ociosa e inadecuada toda predicación de una a la otra.[6] Nada deviene pues en virtud de la necesidad, sino que todo depende de una causa que obra libremente.
Ni antes ni después del devenir se hace presente la necesidad, pues si ella adviniese antes, el devenir no devendría, y si ella aconteciera después, el devenir no hubiera devenido. Puede examinarse este asunto en relación con el tiempo. Es evidente que lo acaecido ha acaecido y no se puede modificar. ¿Quiere decir esto que la necesidad ha aparecido en escena? De ningún modo –sostiene Kierkegaard–, pues la inmutabilidad del pasado, no ha advenido más que a través de una mutación. La inmutabilidad, por lo tanto, comprende por un lado la inalterabilidad y por otro lado la alteración. El pasado es invariable respecto de su ser “tal” como ha advenido, pero en lo tocante al “cómo”, su advenir se halla libre de todo sometimiento a la necesidad de lo invariable. En lo que respecta al futuro, éste no adviene aún, sin embargo, no puede afirmarse que sea menos necesario que el pasado, puesto que como ya se señaló, no se muestra el devenir necesario del pasado con el ser acaecido, sino que, por el contrario, con el ser acaecido se demuestra que el pasado no es devenido necesario. Si el pasado obedeciese a la necesidad debería también concluirse que el futuro deviene necesario, pero dado que el primero escapa a sus leyes, el segundo también lo hace. Queda así desarrollado en todo su alcance el concepto de devenir kierkegaardiano: la mutación de la realidad como emerger de sí desde la posibilidad, no por necesidad, sino mediante la libertad.
[7]
            Para Kierkegaard la posibilidad es la más pesada de todas las categorías.[8] Se trata, en efecto, del elemento o presupuesto permanente a partir del cual surge la libertad. Esto no significa que la libertad sea simplemente posibilidad, pues, por el contrario, apenas ella brota es en acto, es real. La realidad es pues una determinación nueva, originaria, que se distingue cualitativamente del primer estado, del estado de posibilidad. Entre posibilidad y realidad se da concretamente un “salto” y no la continuidad de una línea recta, pues en el momento en el que aparece la realidad, la posibilidad en cierto modo se retrotrae.
La posibilidad, en relación con lo real, es una nada, es decir, pura posibilidad de la posibilidad. Su ser es solo “poder ser”. De allí proviene su ambigüedad dialéctica. En un Sistema lógico es bastante fácil decir que la posibilidad pasa a ser la realidad, pero en la realidad esto no resulta tan cómodo, pues no hay una explicación suficiente del paso de una hacia la otra. La posibilidad de poder, lejos de estar bajo el yugo de la necesidad, es una libertad que aún no se libera, es una libertad que se sujeta a sí misma y se vincula solo consigo.
[9] La libertad, declara el pensador danés, surge de la nada y es infinita.[10] Efectivamente, la posibilidad es la única categoría capaz de formar al espíritu de forma absoluta, es decir, que es capaz de formar según su infinitud, pues en la esfera de la posibilidad todo es igualmente posible.
 
2. La posibilidad en la lógica de Hegel      
            En su determinación inmediata, señala Hegel, la realidad efectiva simplemente es la existencia en general. Se trata pues de una realidad no reflexionada, de una realidad formal, a la cual solo le conviene una definición de carácter meramente tautológico: lo real es real. La realidad inmediata, por lo tanto, es contingente, en tanto que no muestra todavía su necesidad. En efecto, dicha definición solamente alega que lo real es, pero no muestra cómo ha devenido, en su ser siendo, a ser lo que es. Ahora bien, la realidad no es pura inmediatez sino que es una inmediatez mediada, es decir, una inmediatez a la cual se ha llegado. Como inmediatez “lograda”, en consecuencia, la realidad efectiva contiene la posibilidad, esto es, se refleja, en sí, como lo surgido de la posibilidad. Precisamente, la única causa inmediata que manifiesta lo real para que sea real es haber sido posible. Esta causa, ciertamente, no es una causa extrínseca, un ser otro que la ha puesto en el ser, sino que es la misma realidad efectiva que se ha auto-causado, en el sentido de que su realidad es tal porque fue posible, porque “su” posibilidad lo determinó a ser lo que es.
La realidad efectiva, por lo tanto, es primeramente la posibilidad, o lo que dice lo mismo, el “ser en sí” (Ansichsein).
[11] Esta posibilidad es de suyo la realidad reflexionada dentro de sí, en tanto inmediatez abstracta opuesta a la unidad concreta de lo real efectivo. Desde esta óptica, la posibilidad simplemente se presenta como la pura forma de la identidad consigo.[12] Se trata pues de una posibilidad totalmente indeterminada, carente de relación para con todas las cosas en general. Posible, según este primer concepto positivo de posibilidad formal, es todo lo que no se contradice a sí mismo. Ahora bien, al pensarse lo posible, ya no en sí mismo sino en su relación con otros, se llega a un segundo concepto negativo de posibilidad formal según el cual lo posible, al ser simplemente un contenido posible, puede ser tanto este como aquel contenido posible o bien lo contrario.
Se abre de este modo el reino infinito de la posibilidad, el reino de la multiforme e ilimitada variedad. En el primer caso, lo posible no es otra cosa que el ser reflexionado dentro de sí mismo. En el segundo caso, lo posible no solo está determinado dentro de sí sino también frente a otro, de forma tal que la inagotable diversidad de lo posible pasa de su indiferencia primera a la contraposición. De esta manera se revela la naturaleza contradictoria de la posibilidad, ya que para ser lo que es necesita de un otro, pero al poner a ese otro se destruye a sí misma. En efecto, señala Hegel, todo lo posible es, a un tiempo, imposible.
[13] Es menester advertir –y esto bien puede pasar desapercibido en la compleja exposición que hace la lógica hegeliana de tales conceptos– que el carácter contradictorio de lo posible solo es tal en tanto y en cuanto la posibilidad remite a la realidad; pues de otro modo, lo posible formal, según su segunda acepción, bien podría tener, sin contradicción alguna, su opuesto como un otro posible.
Para Hegel, el acto por el que se dice de algo su mera posibilidad es tan vacío como lo es el principio de identidad formal; pues afirmar, por ejemplo, que “A es posible” es tan irrelevante como afirmar que “A es igual a A”. Pues si se atiene únicamente a la forma simple e inmediata del contenido, este sigue siendo un ser idéntico consigo, más si uno se adentra en las determinaciones del contenido, sale a la luz, en él, la diferencia.
[14] Si se piensa la posibilidad con independencia de toda referencia, se llega a la conclusión, sobre la base del principio de no-contradicción, que todo cuanto existe es posible, pues todo es coherente y compatible consigo mismo.[15] Más, por irrefutable que sea este enunciado, resulta algo completamente inane, pues siguiendo este formalismo lógico cabe igualmente decir que nada hay, rigurosamente hablando, que sea imposible. Posible, en efecto, es la reflexión negativa de la identidad, es decir, la abstracción de todo lo efectivo. Desde esta perspectiva, no hay entonces dicción alguna que sea contra-dicción.[16] Ahora bien, si lo formalmente posible excluye de sí su efectiva contra-dicción, no hay en él movimiento ni vida alguna. Decir de algo que “ello es posible” es no decir nada, o mejor dicho, es despojar a ese algo de su propia y concreta efectividad. Si todo es posible, nada es posible, pues todo se sujeta o mantiene en una indeterminación tal que cuanto se quiera expresar o pensar termina por ser de suyo algo imposible.
            La realidad efectiva formal (formelle Wirklichkeit) por la que se comenzó el análisis ha conducido a la posibilidad formal, la cual dirige a su turno la mirada hacia la realidad efectiva, la cual no es más puramente inmediata sino refleja, es decir, mediada por la posibilidad como momento de ella. La realidad se encuentra ahora en una unidad inmediata con la posibilidad, en el sentido de que lo realmente efectivo está determinado como siendo solamente un posible.
[17] Dicha posibilidad “no es aún” toda la realidad efectiva, sino que es la posibilidad que por de pronto ha venido a darse, la realidad efectiva formal que solamente es ser o existencia en general.[18] A esta unidad de realidad efectiva y posibilidad Hegel le asigna el nombre de contingencia (Zufälligkeit).
            Lo contingente es el ser realmente efectivo determinado simplemente como un ser posible cuyo otro u opuesto en la misma medida es o existe. Esta realidad efectiva, por lo tanto, es el mero ser o existir pero puesto como posibilidad. Posibilidad y contingencia se presentan así como los momentos –uno interior, el otro exterior– de lo real efectivo.
[19] Lo real es contingente porque ha tenido la posibilidad de ser lo que es y simultáneamente porque ha tenido la posibilidad de no ser lo que es, la posibilidad de que las cosas transcurrieran de otra manera. Lo contingente ostenta en esta dirección dos aspectos alternantes. Por un lado, en cuanto tiene en sí la posibilidad, es una realidad efectiva inmediata que no tiene ningún fundamento. Es decir, lo contingente ni puede ni deja de poder ser o no ser, simplemente es, sin más. Pero por otro lado, en cuanto tiene en sí la realidad efectiva en el sentido de ser un algo solamente posible, tiene un fundamento, es algo que, sin que su existencia quede cabalmente explicada, puede ser. Se da de este modo el paradójico hecho de que lo contingente, por ser contingente carece de fundamento, y al mismo tiempo, que tenga un fundamento se debe a que es contingente.[20]
            La realidad efectiva, por consiguiente, puede ser determinada de forma inmediata o de forma reflejada. En su primera acepción, ella se encuentra en una unidad inmediata con la posibilidad. Se trata de una realidad carente de fundamento, de un ser determinado “solamente como posible”, cuyo opuesto también podría haber sido realizado. En su segunda acepción, ella se encuentra frente a la posibilidad, como separada de ella. La realidad está aquí determinada “solamente como un posible”. En el primer caso se acentúa la contingencia de la realidad efectiva, en el segundo caso la necesidad, pues solo debido a su posibilidad lo real es real. La posibilidad, podría decirse a este respecto, es la “razón suficiente”, la conditio sine qua non para que lo real devenga.[21]                 
            Contingencia y necesidad no son, consecuentemente, dos conceptos entre sí excluyentes, sino que para Hegel ambos forman parte de un mismo proceso. La realidad efectiva es tanto lo contingente como lo necesario. En efecto, toda realidad para poder ser lo que es, es decir, para poder auto-causarse, ha de ser posible, Al ponerse entonces lo real como posible, la realidad es contingente, pues ella podría ser de otro modo o no ser; y a la vez es necesaria, porque ella no ha acaecido de otro modo sino que ha venido a ser lo que justamente es. Lo necesario, por ende, supone a lo contingente, no como causa externa, sino como precondición interna para poder ser lo que es. A esta altura de la reflexión ya no está más presente aquella identidad estática de la posibilidad que se describía en el principio, sino que aparece aquella posibilidad que revela que lo real es lo real porque era posible, posible que no solo ha permitido que lo real sea lo que es, sino también y fundamentalmente que lo real haya devenido lo que es. Lo real ya no se muestra entonces como aquello que simplemente es, sino que se revela como aquello que se ha causado a sí mismo, que ha devenido, por sí, a ser lo que es.
            La realidad, más allá de su consideración puramente formal, es una realidad efectiva real (reale Wirklichkeit), es decir, un contenido particular que, en virtud de que se encuentra en acto, es capaz de interactuar con otros y de producir efectos. Su actuar, sin embargo, no es un aparecer ni una transición hacia otro, sino que su comportamiento y relación, es decir, su referirse a otro, constituye propiamente la manifestación de sí.
[22] Al igual que sucedía en el plano anterior con la realidad efectiva formal que contenía en ella misma, de modo inmediato, la posibilidad formal; la realidad efectiva real contiene en sí, de modo inmediato, la posibilidad real. Ahora bien, mientras que la posibilidad formal simplemente se muestra como aquella reflexión dentro de sí o identidad abstracta de lo que no se contradice consigo mismo, la posibilidad real se revela como el conjunto de la multiforme variedad de determinaciones, circunstancias y condiciones que constituyen el devenir de lo real.
            El punto de partida, sea en la consideración de la posibilidad formal o sea en la consideración de la posibilidad real, es la realidad efectiva, que en un caso demanda la no auto-contradicción interna y en el otro caso demanda la multiplicidad de circunstancias que están ahí, alrededor de ella. Hegel advierte que cuando se dan todas las condiciones de una cosa, la posibilidad entra entonces dentro de la realidad efectiva. La completitud de las condiciones hace pues al contenido, y el contenido hace precisamente a la cosa. En la posibilidad se encuentran, por lo tanto, dos aspectos, a saber, el de ser tanto realidad efectiva como posibilidad. A diferencia de la posibilidad formal, según la cual por el hecho de que algo era posible era posible también su contrario, la posibilidad real ya no tiene frente a sí un otro ya que ella es “real” y en la misma medida realidad efectiva.
[23] La posibilidad real no requiere entonces de un otro para superarse sino que se supera a sí misma, pues el todo de las circunstancias determina el devenir realidad de la posibilidad.
La realidad formal pone a la posibilidad formal como distinta de ella debido a que la posibilidad formal introduce un otro diferente de lo real, es decir, un otro posible. De este modo, la realidad efectiva formal es determinada como contingente. La realidad real, por su parte, también pone a la posibilidad real como distinta de ella, pero se convierten inmediatamente en uno, en cuanto que la posibilidad real es la realidad real. Pues cada vez que se realiza una serie de circunstancias, lo posible sobreviene real. Si lo realmente posible, a diferencia de lo formalmente posible, no puede ser de otro modo, entonces es necesario. Es común entender a lo necesario en contraposición con lo posible, como aquello que no puede ser de otra manera. Ahora bien, tal hecho puede aplicarse solo a la posibilidad formal porque la posibilidad real, que no es mera identidad consigo ni un pasar a lo sencillamente otro, sino que contiene en sí el otro momento, esto es, la realidad efectiva, es ya ella misma necesidad. Lo realmente posible es aquello que no puede ser de otra forma, aquello de cuyas circunstancias y condiciones no puede esperarse ni seguirse otra cosa.
            Si la posibilidad real es entonces aquella posibilidad que “no puede no ser”, ella es una necesidad real, pero “relativa”, por cuanto está supeditada a las circunstancias que hacen al caso. Su comienzo o punto de partida es lo contingente, ya que la necesidad de dicha necesidad tiene precisamente fuera de sí aquello de lo que quiere dar razón, depende de las condiciones externas que componen la realidad real.
La realidad real, conforme con lo examinado previamente, tenía como condición para su efectiva realización la posibilidad real. Ahora, el en sí de la realidad no es más la posibilidad sino la necesidad, porque las condiciones de posibilidad de lo real han devenido necesarias. A esta realidad, que no puede darse de otra manera, que ya no se encuentra separada sino unida a la posibilidad, Hegel le llama realidad efectiva absoluta (absolute Wirklichkeit). Lo real absoluto, tal como es comprendido en este momento, no depende del contenido de sus circunstancias particulares para ser lo que es sino que él crea sus circunstancias. En otras palabras, las condiciones no le vienen “dadas” por factores o acontecimientos externos sino que él mismo “pone” sus propias condiciones de posibilidad en tanto que, desde un punto de vista retrospectivo, ellas ya han sido realizadas. Todo esto conduce así a la posibilidad absoluta, que no es como la posibilidad real un punto de partida sino más bien un punto de llegada debido a que, al ser puesta, es indiferente a toda condición o circunstancia particular que venga dada desde afuera.
 
[1] La marcada escisión entre posibilidad y realidad que se despliega en este trabajo se toma de los textos más tempranos de Kierkegaard. Esta tesis más adelante se verá reformulada y corregida, al menos en parte, por el autor. Al respecto, se recomienda leer: M. Binetti, La posibilidad necesaria de la libertad. Un análisis del pensamiento de Søren Kierkegaard, Cuadernos de Anuario Filosófico, Pamplona, 2005.
[2] Cf. S. Kierkegaard, Migajas filosóficas o un poco de filosofía, tr. Rafael Larrañeta, Trotta, Madrid, 1999, p. 83.
[3] Cf. S. Kierkegaard, Migajas filosóficas…, p. 83.
[4] Cf. S. Kierkegaard, Migajas filosóficas…, p. 84.
[5] Cf. Aristóteles, Metafísica, IX, 1047 b, 1-30.
[6] Cf. S. Kierkegaard, Migajas filosóficas…, p. 84.
[7] Cf. S. Kierkegaard, Migajas filosóficas…, p. 87.
[8] Cf. S. Kierkegaard, El concepto de la angustia. Una sencilla investigación psicológica orientada hacia el problema dogmático del pecado original, Espasa-Calpe, Madrid, 1963, p. 153.
[9] Cf. S. Kierkegaard, El concepto de la angustia…, p. 50.
[10] Cf. S. Kierkegaard, El concepto de la angustia…, p. 111.
[11] Cf. G. Hegel, Ciencia de la lógica, tr. Félix Duque, Abada, Madrid, 2011, p. 606.
[12] Cf. G. Hegel, Enciclopedia…, § 143.
[13] Cf. G. Hegel, Ciencia de la lógica…, p. 606.
[14] Cf. G. Hegel, Ciencia de la lógica…, p. 606.
[15] Cf. G. Hegel, Enciclopedia…, § 143, suplemento.
[16] Cf. F. Duque, Historia de la filosofía moderna. La era de la crítica, Akal, Madrid, 1998, p. 675.
[17] Cf. G. Hegel, Ciencia de la lógica…, p. 608.
[18] Cf. G. Hegel, Ciencia de la lógica…, pp. 607-608.
[19] Cf. G. Hegel, Enciclopedia…, § 145.
[20] Cf. G. Hegel, Ciencia de la lógica…, p. 609.
[21] Cf. L. Guzmán, “El carácter contingente de la necesidad absoluta e la ciencia de la lógica de Hegel”, en Ideas y Valores 131, (2006), pp. 15-16.
[22] Cf. G. Hegel, Ciencia de la lógica…, p. 610.
[23] Cf. G. Hegel, Ciencia de la lógica…, p. 613.

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