MARÍA JOSÉ BINETTI: "Aproximaciones en torno a la Stemning"
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1. La lucha de Kierkegaard por la existencia.

Cuando S. Kierkegaard comenzó su actividad como pensador y escritor filosófico, entendió que su misión esencial consistía en refutar la abstracción vacía de los sistemas idealistas, encabezados –según nuestro autor – por el hegelianismo, a fin de recuperar la consistencia efectiva del pensamiento. En la opinión del existencialista danés, el equívoco central del sistema hegeliano residiría en "la imposibilidad de la cosa", es decir, en el abismo insalvable entre la universalidad conceptual de la pura razón y la singularidad real de la experiencia concreta. A la luz de esta distancia, la conclusión de Kierkegaard es la "ficción" del pensamiento abstracto, infinitamente propagable en el vacío de una lógica carente de realidad. Más aun, él concluye en que, si el sistema de Hegel ignora la existencia individual y comprende a la razón como la sustancia del todo, entonces tal pensamiento es panteísta . La acusación lanzada contra el panteísmo hegeliano suscita la ocasión para alzar la voz del Singular existente, sobre el cual dice Kierkegaard: "con esta categoría, 'el Singular', cuando todo era sistema sobre sistema, yo me afirmé polémicamente en contra del sistema y ahora ya de eso no se habla más. A esta categoría está ligada absolutamente mi posible importancia histórica [...] Sin esta categoría, el panteísmo habría vencido absolutamente... el 'Singular' es y sigue siendo el ancla que debe detener la confusión panteísta". Me permito eludir aquí la cuestión sobre si realmente la interpretación de Kierkegaard hace justicia al pensamiento hegeliano, y de si efectivamente su existencialismo ha refutado o más bien ha verificado a Hegel. Al margen de esta ardua discusión, lo que me interesa es subrayar es la primacía metafísica concedida por nuestro autor al Individuo. La acentuación de la realidad singular efectuada por la especulación kierkegaardiana no tiene la mera intención de señalar un nuevo objeto de reflexión filosófica ni de promover un modo de vida acorde con el pensamiento. Más allá de esto, la intención de Kierkegaard consiste, ante todo, en descubrir la existencia personal como determinación suprema del pensamiento. Lo que quiero decir es que –según el existencialista danés – el único sujeto auténtico de lo real es ese pobre hombre singular existente, en cuyo pensar se decide la realidad y en cuyo espíritu deviene el universo entero. El autodespliegue de los diversos estadios existenciales expresan esta progresiva potenciación de la subjetividad, por la cual el mundo es recreado a imagen y semejanza de la propia libertad. La posibilidad de lo Absoluto reside en cada Singular, y no hay más lugar para lo en sí que el de cada historia personal. Con Kierkegaard, la misión de la filosofía se convierte en una tarea consigo mismo, porque la primera verdad –principio y fundamento de toda idea – es el yo, y la primera certeza es la propia acción libre. En este sentido, podríamos decir que él continua la moderna tradición filosófica, que ubicó en la libertad la fuerza germinal y logro supremo del devenir especulativo, pero avanza también sobre ella, restituyendo a la existencia efectiva la esencia trascendente del espíritu.

2. La filosofía en carácter

La subjetividad individual determina entonces la pregunta por el sentido de lo real, en virtud de una idea absoluta, que no se encuentra observando el mundo exterior ni analizando los datos del entendimiento, sino retornando a la propia interioridad a través de un proceso autoreflexivo. Esta idea, descubierta en el fondo del espíritu, posee una dimensión teórica esencialmente ordenada a la acción personal y manifestada en concreto por la misma praxis subjetiva. Kierkegaard se refiere a ella en los términos de un ideal "para mí"; de un "postulado", cuya confirmación reside en la realidad existencial; de un "centro de gravedad interior" , que reúne y orienta las fuerzas del yo a la manera de un "punto focal donde convergen todos los rayos" . Sin la proyección de esta luz inteligible, capaz de iluminar la acción interior y de unificar la multiplicidad de la experiencia, el hombre enloquecería. Sin este "ser ideal", cuya realidad eterna y necesaria se expresa en lo finito, el mundo se perdería en la oscuridad. En virtud de esta luminosidad subjetiva, anticipadora y reguladora de la experiencia humana, Kierkegaard opone al concepto abstracto del entendimiento el concepto de la existencia, aprehendido por una "intuición interior" y determinado como un "punto de Arquímedes" , capaz de reconstruir análogamente el universo entero "por la pura actividad del espíritu" . Esta arquimédica idea "no puede estar sino fuera del mundo, desligada de los vínculos del tiempo y del espacio", y enraizada de manera trascendente en la inmanencia espiritual. Desde ella, afirma Kierkegaard, "yo he visto, por así decir, el nacimiento y el fin del mundo, espectáculo que impone silencio". Nuestro autor sostiene entonces la existencia de un gran pensamiento, de un logos subjetivo, de un concepto focal, de una luz para-sí, capaz de iluminar, desde la trascendencia de la subjetividad, la totalidad del ser en-sí, toda vez que el yo sepa descubrirla en la acción de su libertad. El logos personal que Kierkegaard propone se pretende entonces connatural a la vida interior, y la filosofía derivada de él debe ser máximamente subjetiva, no por ignorar la objetividad de la conciencia inmediata, sino por superarla en una comprensión emergida del fondo del espíritu. La subjetividad ve surgir la idea como el fruto natural del árbol de su vida , y en este sentido –dice él – nadie "puede comprender esencialmente o creer algo más alto que eso en lo cual mantiene su vida" . La idea se alza en la interioridad como la forma luminosa del espíritu, capaz de sustancializar de manera inteligible toda realidad pensada y hasta de asimilar el contenido entero de la historia y de la ciencia universal al contenido de la propia existencia. De este modo, todo hombre posee un logos creador y un poder de realidad, analogables al Logos y al Poder divinos. Hay en él una verdad descubierta en la praxis, un ser engendrado por la propia fuerza interior y un sentido que es acción subjetiva. En orden a esta idea, la filosofía debe ser comprendida, para Kierkegaard, como una energía ética, como un "carácter" interior, en el cual confluyen el concepto y la acción, el pensamiento y la presencia. Tal convergencia ha sido designada por nuestro autor con el nombre de contemporaneidad, entendiendo por ello la autopresencia espiritual, lograda por la relación efectiva con lo Absoluto, en el ahora de todos los momentos. Sobre este significado dice Kierkegaard: "ser perfectamente presente a sí mismo, tal es el fin supremo, la tarea suprema de la vida personal, su poder" . Quien está presente a sí mismo reduce todo su tiempo al instante de la eternidad y toda multiplicidad al uno de su existencia. Es entonces cuando el universo resplandece en su verdad, bajo la potencia luminosa de la conciencia singular. La verdad anhelada por la filosofía no habita en el reino de las esencias abstractas sino en la fuerza interior, porque solo la interioridad manifestada en su potencia total es verdadera y cierta. La fuerza de su verdad supone la apodíctica luminosidad de un yo, abierto hacia el mundo como el horizonte posible de su libertad. Aquí reside el carácter que Kierkegaard le exige a la filosofía, en tanto expresión de una singularidad, cuyo pensamiento es acción y cuya libertad es una praxis creadora de sentido.

3. Breves aproximaciones a la Stemning

A partir de este contexto especulativo, en el cual la aprehensión subjetiva de la idea coincide con la acción existencial, me parece posible aproximarnos al sentido de la Stemning como disposición comprensiva, fuera de la cual no cabe conocimiento ni efectividad alguna. Para decir lo mismo con las palabras de los clásicos, Stemning significa que cognoscitur ad modus cognoscentis y todo lo recibido asume el modo del receptor. Sin embargo, la peculiaridad de la Stemning kierkegaardiana me parece residir en no limitarse a una recepción pasiva, a la manera de un molde estático o de una atmósfera propicia, sino en producir lo conocido según la intensidad de la reflexión interior. Su capacidad es tan activa como pasiva, porque, para nuestro autor, toda comprensión es acción. La Stemning indica el modo de estar en una verdad que es la propia realidad espiritual. Pero dado que la propia realidad ética es para Kierkegaard la realidad sin más, la Stemning decidirá lo que el universo signifique para cada hombre singular existente. Y de aquí que nadie "pueda comprender esencialmente o creer algo más alto que eso en lo cual mantiene su vida". Quizás el sentido fundamental de lo que el existencialista danés intenta decirnos con su Stemning pueda aproximarse a lo que los antiguos griegos designaron como êthos: "residencia", "morada", "lugar donde se habita". A partir de Aristóteles, el significado físico del êthos se amplió hacia una acepción más espiritual, y designó desde entonces un "modo de ser", un "carácter", una "personalidad", una "forma de vida", afirmada por su apropiación interior, en tanto realización de las capacidades naturales. M. Heidegger –comenta J. L. Aranguren– se remonta a esta etimología griega para explicar la ética como pensar que afirma la morada del hombre en el ser, la verdad como apertura originaria del hombre a lo real. Al modo del êthos, también la Stemning nos haba de una morada íntima, de ese lugar en donde el hombre se encuentra consigo mismo y recupera lo que por él y para él se hace verdad. En este mismo sitio nace la filosofía, como pensar de una realidad comprometida con la propia decisión.

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